Científicos en Reino Unido han constatado que cuando algunas personas comienzan a contar repetidamente «mentiras pequeñas» el cerebro puede llegar a anular el sentimiento de culpa y llevarlas a decir mentiras más graves, según revela un estudio que publica hoy la revista «Nature».
La investigación, desarrollada por el University College London (UCL), representa la primera «evidencia empírica» respecto a los procesos mentales que sigue el ser humano cuando pone una «mentira» al servicio de sus intereses personales, destacan sus autores en un comunicado.
Para este estudio, los expertos «escanearon» la actividad del cebrero de 80 voluntarios de edades comprendidas entre los 18 y 65 años, mientras participaban en una serie de pruebas en las que se les permitía mentir para obtener un beneficio personal.
Descubrieron que la amígdala, una parte del cerebro asociada a las emociones, presentaba un mayor nivel de actividad cuando los participantes contaban por primera vez una de esas mentiras.
No obstante, la reacción de la amígdala decrecía a medida que se repetían las mentiras y aumentaba su «magnitud», al tiempo que detectaron que una «pronunciada caída en su actividad» predecía que el sujeto iba a «contar en el futuro una gran mentira».
«Cuando mentimos para lograr un beneficio personal, nuestra amígdala genera sentimientos negativos que limita hasta qué punto estamos dispuestos a mentir«, explica en la nota Tali Sharot, del departamento de Psicología Experimental de UCL.
Sin embargo, esa respuesta, condicionada por un sentimiento de culpa, va perdiendo fuerza si seguimos mintiendo y, en consecuencia, «cuanto más decae, más grandes se hacen las mentiras».
Este fenómeno del comportamiento puede situar al sujeto ante lo que los científicos han denominado una «pendiente resbaladiza», en la que los «pequeños y repetidos actos de deshonestidad» pueden desembocar en «mentiras más importantes».
«Es probable que la abrupta respuesta del cerebro a los repetidos actos de deshonestidad refleje una reducción de la respuesta emocional a estos actos», aporta Neil Garrett, otro de los autores de la investigación.
Según el experto, el principio de reacción de la amígdala ante las mentiras podría servir para estudiar desde este mismo punto de vista la evolución de otros comportamientos, como «la escalada de la violencia» o el de las personas que asumen riesgos
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