La XXII Cumbre Iberoamericana finalizó con el reto lanzado a México de implementar las reformas de renovación acordadas, entre ellas la periodicidad bienal y potenciar la cooperación. “Nos vemos en México”, dijo el canciller mexicano José Antonio Meade al dar por concluida la reunión, luego que el presidente anfitrión Ricardo Martinelli le pasará la estafeta para asumir la presidencia pro témpore de la conferencia.
El próximo conclave se celebrará en el oriental estado mexicano de Veracruz en 2014 y a partir de entonces las convocatorias serán cada dos años, según la Declaración adoptada por los gobernantes al concluir la cita, a la cual asistieron 11 de los 22 gobernantes. Además la cumbre, celebrada en un exclusivo hotel de playa, aprobó reducir en tres años el actual porcentaje de distribución de cuotas, del 70 por ciento para los países de la península ibérica y 30 por ciento para América Latina, a una nueva proporción de 60 y 40, en forma respectiva. La reunión de Panamá, cuyo costó ascendió a nueve millones de dólares, se propuso la renovación como objetivo ante el “languidecimiento” en que cayeron las cumbres instauradas en Guadalajara (México) en 1991. Los planteamientos de modernización fueron elaborados por el titular de la Secretaria General Iberoamericana (Segib), Enrique Iglesias; el ex presidente chileno Ricardo Lagos y la ex canciller mexicana Patricia Espinosa. A diferencia de lo que ha ocurrido en las cumbres anteriores, caracterizadas por discutirse amplias declaraciones con infinidad de temas, los gobernantes sólo emitirán desde 2014 “un documento conciso y operativo que incluya medidas concretas y mensurables”.
En los años que no se celebren reuniones presidenciales se realizarán los encuentros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) con la Unión Europea, y habrá citas de cancilleres para abordar temas de cooperación. Las actividades de la conferencia iberoamericana se centrarán en “los espacios iberoamericanos del conocimiento, de la cultura, de la cohesión social, de la economía y de la innovación y a otros espacios en los que tiene ventajas comparativas”. La declaración establece que la cultura es el “principal instrumento de integración y “factor determinante de la identidad y de la cohesión social de nuestros pueblos”.
El documento manda “mantener un diálogo fluido sobre temas de agenda internacional y buscar, siempre que sea posible, convergencias en los escenarios multilaterales; contrarrestar, de forma conjunta, la aplicación de medidas unilaterales”.
Reconoce que la existencia de bloques regionales “es un factor propicio a la hora de buscar convergencias, promover sinergias, definir áreas de acción y encontrar soluciones a los problemas que nos son comunes”. Los mandatarios reafirman su compromiso con la erradicación de la pobreza, la reducción de las desigualdades mediante la solidaridad y la cooperación “observando el principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas entre los Estados”. La cumbre de Panamá se caracterizó por la baja asistencia de gobernantes –con solo ocho presidentes asistentes a la sesión inaugural la noche del viernes- aunque en el transcurso del día se sumaron otros tres gobernantes.
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