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FOTOS: La titánica labor de devolverle el nombre a niños muertos en Colombia

Los forenses procesan antropológica y genéticamente los restos óseos

Devolver su nombre a 5 mil menores fallecidos en Colombia, muchos en el marco del conflicto armado, se propone el Instituto de Medicina Legal, al recuperar restos de niños enterrados sin identificación o en fosas clandestinas para cotejar su perfil genético con familiares.

El proyecto, que acaba de arrancar y depurará el listado de 17 mil menores reportados como desaparecidos en los últimos 40 años, se inspira en el caso de una niña que desapareció de su casa a los 14 años y fue encontrada más de una década después entre quienes murieron durante un bombardeo a un campamento de la guerrilla FARC en 2012, explica a la AFP el subdirector de Medicina Legal, Pedro Morales.

“Se nos presenta una familia y nos dice: ‘Mi niña se nos desapareció de 14 años. Vinieron las guerrillas y se fue o se la llevaron y sospechamos que está en el grupo de las víctimas"”, evoca Morales sobre este caso ya resuelto.

“Tenemos una consigna: la vida se los llevó y la muerte nos los devuelve”, dice Morales, a cargo del departamento forense.

Unos 500 cuerpos de menores enterrados en fosas clandestinas ya están en manos del instituto, que los procesa antropológica y genéticamente para dar una respuesta a sus familias sobre lo que les sucedió.

Uno de esos casos -ubicado gracias al testimonio de paramilitares desmovilizados- es el de una niña reclutada por las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC, derecha) y asesinada en 2003.

Los huesos de esta niña, oscurecidos por la tierra donde pasó ocho años sepultada, descansan sobre la mesa de la antropóloga Laura Polo, en el laboratorio de Medicina Legal en la ciudad de Villavicencio (centro).

“Fue ajusticiada entre agosto y octubre de 2003 por miembros de las Autodefensas con un tiro en la cabeza” y “se sugiere desmembramiento con fines de ocultar la evidencia”, señala Polo, mientras sostiene con sus manos enguantadas el cráneo destruido de la joven.

Otro de los huesos exhibe un corte más reciente hecho para tomar la muestra que fue enviada al laboratorio de genética y cotejar su ADN con el de su presunta abuela paterna.

La mayoría de los casos de menores que ha trabajado Polo corresponden a niños que fueron llevados de sus pueblos por grupos armados y de quienes sus familias no supieron nada hasta que aparecieron años después en fosas clandestinas.

Medicina Legal sumará casos de otros menores enterrados en cementerios pero sin identificación.

RETOS Y ESFUERZOS

Los expertos de Villavicencio destacan que aunque la televisión hace parecer sencilla la identificación por ADN, son muchos los retos de este proyecto y más en Colombia: la acidez del suelo, el clima húmedo y caliente, y el hecho de que la matriz mineral que protege los huesos de los niños es menor que en los adultos.

La ausencia de una legislación que permita tener una base de datos nacional de genética y el trabajo psicosocial que debe hacerse con las familias complican también el avance del proyecto.

“Tan pronto el gobierno apruebe la existencia del banco genético (en los próximos meses), estamos preparados para llamar a las familias a que nos den la sangre para comparar con los huesitos de los niños”, explica Morales.

Mientras tanto, los especialistas en Villavicencio avanzan colocando en una base de datos los perfiles de ADN de los menores sobre los que no se tienen indicios de sus familias.

“La base de datos será una herramienta importantísima, pero no se puede creer que será subir el perfil y obtener resultados: si tuviéramos muestras del papá y la mamá las probabilidades de identificación serían altas, pero con hermanos, por ejemplo, son bajas”, explica el especialista forense Hernando del Castillo.

Como el conflicto armado colombiano se extiende ya por casi medio siglo -con la acción de paramilitares de derecha, guerrilleros de izquierda e incluso bandas narcotraficantes- se suma la complicación de que con el paso del tiempo los familiares empiezan a fallecer y los huesos se degradan más, detalla.

“Son muchos los muertos a quienes les quitaron sus nombres, acá el punto es devolvérselos”, dice Del Castillo.

A su alrededor, media docena de forenses -con ayuda de máquinas de última tecnología- analizan perfiles de ADN obtenidos de huesos de víctimas y de muestras proporcionadas por posibles familiares. Tienen claro que con su trabajo pueden hacer que una abuela sepa qué pasó con su nieta desaparecida.

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