La retención en Irán de dos barcos de guerra estadounidenses y sus tripulantes por entrar ilegalmente en sus aguas territoriales, una amenaza a la ya muy deteriorada estabilidad del Golfo Pérsico, fue resuelta hoy en cuestión de horas con un inusitado y fluido diálogo entre ambos países.
El incidente registrado ayer cerca de la isla iraní de Farsi, en el corazón de la estratégica vía de agua que separa la República Islámica de la península arábiga, fue tratado por las autoridades de los dos países con sobriedad y unas poco habituales muestras de confianza, reflejo de los esfuerzos de ambos por impulsar el deshielo bilateral en un entorno de tensiones regionales crecientes.
Las alarmas saltaron después de que se conociera públicamente que a las 16.30 horas de ayer (13.00 GMT) dos patrulleras de EU y sus diez tripulantes fueron detenidos por la Guardia Revolucionaria iraní.
Sin embargo, el incidente, que hasta hace poco hubiera causado una tensión imprevisible, fue resuelto en pocas horas con buenas palabras, una muestra de la voluntad de los dos gobiernos de llevar a buen puerto los pasos iniciados el pasado mes de julio con la consecución de un histórico acuerdo sobre el programa nuclear iraní.
Pese a las potenciales consecuencias que amenazaba desatar el incidente, todo se saldó simplemente con una disculpa por parte de los EU y la promesa de no volver a cometer errores de este tipo.
Durante las escasas horas que duró la retención de los marinos, los únicos comentarios para elevar la tensión fueron realizados por los enemigos al pacto nuclear en el seno de cada país, encabezados por los republicanos en Congreso de los EU y los diputados más conservadores del Majlís iraní.
«No es aceptable que los estadounidenses digan que han entrado en aguas territoriales de Irán por error, con las tecnologías que tienen (…) Con cualquier intención que se haya llevado a cabo esta violación, se considerará como un acto hostil», denunció el diputado Mohamad Saleh Yokar a la prensa local tras conocerse el incidente.
Estas palabras, sin embargo, fueron desmentidas por el comunicado con el que los Guardianes de la Revolución anunciaron la liberación de los marinos y subrayaron la entrada «no intencionada» en sus aguas territoriales.
Una crisis por este asunto hubiera amenazado la inminente puesta en marcha del Plan Integral de Acción Conjunta, que se espera entrará en vigor esta misma semana y para en el que tanto el Gobierno de Barack Obama como el de Hasán Rohaní han puesto mucho esfuerzo y esperanza.
Además, también hubiera servido para echar más leña al fuego de la enemistad regional entre Irán y Arabia Saudí, que la semana pasada rompieron sus relaciones diplomáticas y que se acusan mutuamente de ser los responsables de la desestabilización de la región.
Precisamente, los árabes se resienten de la cada vez mayor proximidad iraní a Occidente, lo que menoscaba su actual papel de potencia regional y que pone también en evidencia su apoyo a grupos terroristas yihadistas como el Estado Islámico.
Las aguas del Golfo Pérsico, especialmente en el estrecho de Ormuz, son unas de las más transitadas del mundo y obligan al paso por corredores bien definidos de navíos de transporte y naves militares de naciones enemistadas.
Estados Unidos tiene en el emirato de Catar y en Kuwait importantes bases militares y centros de operaciones.
Recientemente, el Pentágono se quejó por las provocaciones iraníes en la zona, como el lanzamiento a finales de diciembre de un cohete cerca del portaaviones «USS Harry S. Truman».