Deportistas mordedores reflejan problemas de la infancia


El síndrome de Luis Suárez cobró otra víctima. En el partido que disputaron Xoloitzcuintles de Tijuana y Monterrey, en actividad de la Liga MX de México, el venezolano Juan Arango perdió la cabeza y mordió al mexicano Jesús Zavala. 

El sudamericano que había marcado una gran anotación de tiro libre, pero agredió al defensa rayado en los minutos finales del encuentro y, aunque la terna arbitral no se percató de la acción, se espera un castigo para el exfutbolista del Borussia Mönchengladbach. 

Arango no es el primer deportista que muerde a un rival en plena competencia. El más recordado es Luis Suárez, quien fue expulsado del Mundial de Brasil 2014 por darle un tarascón al italiano Giorgio Chiellini, aunque no fue la única vez que el “charrúa” reaccionó así. En su tiempo, el exboxeador Mike Tyson y el exportero alemán Oliver Kahn también hirieron con sus dientes a sus adversarios.

¿A qué se debe este extraño comportamiento realizado por algunos atletas? El psicólogo mexicano Octavio Rivas aseguró que este tipo de situaciones se deben a que en su infancia no tuvieron una buena disciplina emocional. 

“Los padres les permitieron estallar de acuerdo a sus emociones. Hay cinco tipos de emociones: miedo, coraje y tristeza, que son desagradables; y placer y afecto, que son agradables. Se debe conocer en cuál se encuentra su problema”, indicó el especialista que trabajó por más de tres décadas con e equipo de fútbol Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México. 

El problema llega cuando en la edad temprana no se aprende a manejar y controlar estas emociones. “El conflicto radica en los primeros seis o siete años de vida. Si no te educan a manejarlas, cuándo expresarlas y hacerlo en forma educada, entonces te las tragas y tarde o temprano estallan”, indicó el especialista. 

Rivas indicó que personas como Juan Arango, Mike Tyson y Luis Suárez probablemente reflejen su comportamiento en la vida cotidiana con las acciones que realizan en su disciplina. 

“No se puede generalizar, pero se debe hacer una evaluación de cuál de las cinco emociones les cuesta más trabajo expresar y cuales están expresando correctamente”, concluyó RIvas.

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