Hubo una vez un niño que no se fijó si sus padres tenían o no dinero. Cada día era como un 30 de abril para aquel chaval. Hoy, aquel pequeño que rompió algunos vidrios con pelotazos en una colonia obrera de León, Guanajuato, defiende con fiereza la banda izquierda de los Tigres y el Tricolor.
Jorge Torres Nilo no olvida los años en los que lo único que le preocupaba era llegar temprano a la reta con los vecinos, no sin antes derrochar calidad con los compañeros de escuela a la salida del colegio.
“Aunque había muchas deficiencias económicas, sí te puedo decir que nunca me faltó felicidad. Mientras más crecía me daba más cuenta de las cosas. Nunca me fijé, en mi niñez, de las carencias que había. Al contrario, me divertía mucho con lo que había.
“La verdad hubo grandes momentos en mi niñez, muchos divertidos ahí en León con mis amigos o los compañeros de la escuela”, compartió el ‘Pechu’ a Publisport.
Trompos, canicas y balones de futbol eran los amigos inseparables del dorsal 6 felino. Claro, el prender el esférico con furia también trajo más de un regaño y no precisamente de sus progenitores.
“Cuando salíamos de la primaria jugábamos a unas cuantas cuadras o casi enfrente de la escuela jugábamos futbol. Ya después de ahí me iba a mi casa. Comía y salía otra vez a jugar futbol con mis vecinos. Prácticamente era todo el día. Muchas veces me llamaban la atención porque fastidiábamos a las vecinas, le pegábamos en las puertas con la pelota y se iban con la queja con mis papás (risas). Era muy divertido”
Supongo que hubo varios vidrios rotos…
Sí… aunque era más los golpes a las puertas (risas). A veces llamaban a la policía para que nos quitaran el balón y la policía nos intimidaban diciendo que no sólo nos iban a quitar el balón, sino nos iban a llevar a la cárcel. Sé que era para asustarnos porque no siento que era para tanto. Ya si nos quitaban el balón, jugábamos a las canicas, al trompo, a las escondidillas en la cuadra”
De los regalos que más disfrutó el seleccionado nacional fue una bicicleta. El lateral la había pedido en repetidas ocasiones hasta que el anhelado día llegó.
“Si bien no había mucha economía en la casa, nosotros no pedíamos cosas caras. Lo más caro que llegué a pedir fue una bicicleta y gracias a Dios me la compraron. No era nueva, pero fue el mejor regalo. Tenía algunas reparaciones, pero era lo máximo”
Torres no quiso cerrar la charla sin antes enviarle un mensaje a sus seguidores más pequeños.
“Que disfruten este día tan bonito, que nunca dejen de soñar e imaginar las cosas que pueden llegar a hacer. Que disfruten las cosas que Dios les da, que disfruten a sus padres, a sus hermanos y amigos y que nunca dejen de divertirse, siempre con responsabilidad”.