Opinión

La columna de Toño Esquinca: Nunca para después

No espere hasta el final para expresar el agradecimiento que siente por quienes ama. Déjese de orgullos que no valen la pena, y dígales con el mismo esmero que pone a veces en quejarse, cuánto los aprecia, cuánto valora los instantes compartidos y, sobre todo, cuánto disfruta de su divina presencia; porque, aunque usted no lo vea, sólo es suficiente con advertir cómo sería el mismo momento si ellos no estuvieran ahí.

No se trata de apegarse, se trata de aprender a apreciar, porque aunque un día nos tenemos que despedir, no hay nada más grato que recordar lo vivido, ni nada más tremendo que extrañar lo que no nos pudimos dar. Por eso: entréguese, y no se reserve nada cuando se trate de estrechar sus lazos. Haga el ejercicio de contemplar a los otros como una extensión de usted para que se aproxime lo más que pueda a aceptar lo que son y a amarlos sin peros.

Si le quieren hablar, escúchelos; si le quieren decir cuánto lo aprecian, recíbalo; si le quieren contar de sus temores y dolores, abrácelos con compasión; y si lo lastiman, recuerde que le están enseñando a comprender más sobre la vida y a experimentar toda la gama de sentimientos. Si cree que conoce a quienes le rodean, destruya inmediatamente esa corrosiva idea, porque conforme aprendemos, todos cambiamos de instante en instante, y nunca sabremos de qué somos capaces hasta que se presenta la ocasión.

Ocupe el sonado concepto de vivir como si fuera el último momento cuando se sienta fastidiado, desmotivado, aburrido, y cuando los demás no lo inspiren a abrazarlos fuertemente para después dejarlos ir; porque entonces quiere decir que está en estado de muerte en vida, y que lo que está regalándoles a los demás, de usted, es sólo un cascarón vacío incapaz de ser recíproco.

Si en el nombre del amor puede brincarse una regla, pisar su falsa dignidad, parecer ridículo, o demasiado sincero, hágalo sin reservas, porque hay una cosa que sí tiene sello de garantía, y es que los momentos jamás se repetirán, y es igual de probable que los otros permanezcan ahí o que ya no estén. Si sigue teniendo viejos conflictos con alguien, no deje para después sanar esas heridas, pues mientras ambos estén aquí, el sabor de la satisfacción de fusionarse con quien tanto tiempo se ha estado separado es irreemplazable.

Como en un suculento platillo, aprenda a distinguir el toque especial y condimento que añade cada ser que rodea su vida; porque los tonos de su voz, las escalas de su risa, la lógica con la que resuelve el mundo, su talento especial y su manera de querer son como huellas digitales, a través de cuya combinación se forma cada uno de los irrepetibles instantes de nuestra existencia.
 

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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