Alertan sobre el síndrome de Jennifer Lopez (o la obsesión por un gran trasero)

Para algunas personas, tras el deseo de tener un trasero grande no hay otra filosofía que la de “entre más grande, mejor”.

Pero trágicamente, para Claudia Aderotimi, una mujer de 20 años, el deseo por un trasero más curvilíneo la llevó a la muerte.

La estudiante, que vivía en el norte de Londres, viajó a Filadelfia para someter sus glúteos a inyecciones de silicona, pero murió tras sufrir dolores en el pecho y problemas respiratorios desencadenados por la operación.

Aunque la inyección de silicona líquida para fines cosméticos está prohibida en Estados Unidos, existe un floreciente mercado negro que comercializa con la sustancia.

EL RIESGO VALE LA PENA

Para muchos, los riesgos que implican las inyecciones bien valen la pena. Todo con tal de tener unos glúteos atractivos.

En varios sitios de internet, cibernautas comparten sus experiencias sin tapujos.

“Quiero tener uno de esos traseros grandes que hacen voltear las miradas y que los hacen babear. Estoy bromeando, sólo quiero tener lo suficiente para llenar mis jeans”, se puede leer en uno de los mensajes.

“Me han inyectado antes. Me inyecto cada seis meses. Es la primera cosa que enloquece a los hombres”, escribió otra chica, quien dice ser una bailarina.

IRRESISTIBLE

Claudia era una actriz y una modelo en ciernes, que una vez escribió que soñaba con “tomar el mundo por sorpresa”.

Algunos expertos del mundo de la farándula y del entretenimiento consideran que existe una gran presión para lucir como estrellas que se distinguen por tener traseros llamativos, como Jennifer López, Nicki Minaj, Buffy Carruth y Beyonce Knowles. Eso, señalan, hace que muchas jóvenes opten por las cirugías plásticas.

Como cantante y actriz que participa en videos musicales, Tassie Jackson asegura que la necesidad de cumplir con ese parámetro se está haciendo cada vez más fuerte.

“Personalmente no me he sometido a ninguna (cirugía plástica) y tampoco lo haría. Pero, en la sociedad actual y en el mundo en el que vivimos, muchas mujeres sienten la competencia y la necesidad de exaltar sus características”, le dijo Jackson a la BBC.

“Hay mucha presión para lucir como nuestros íconos favoritos y como nuestros ídolos”.

PRESIÓN CRECIENTE

Beyonce Knowles incluso usó la palabra “Bootylicious”, una fusión de “booty” y “delicious” (delicioso) para reforzar la importancia de la cualidad.

El término aparece incluso en la nueva edición del Diccionario de Inglés de Oxford. Textualmente dice: “con frecuencia referido a las nalgas: sexualmente atractivo, sexy, bien proporcionado”.

Pero, no son sólo las jóvenes que están inmersas en la cultura del hip hop las que anhelan un trasero más grande.

El número de procedimientos para incrementar el tamaño de las nalgas va en aumento y no discrimina edades.

De acuerdo con la Sociedad Estadounidense de Cirugía Plástica y Estética, en 2009, en ese país, se registraron más de cinco mil procedimientos legales de levantamiento de glúteos e incorporación de implantes en las nalgas.

Es muy difícil determinar cuántos tratamientos ilegales se están llevando a cabo, pero la Agencia de Alimentos y Fármacos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) señaló que el número de casos que provocaron lesiones graves o incluso la muerte también ha subido.

ANHELO ANCESTRAL

Las mujeres en la época victoriana usaban polisones para exaltar sus traseros.

El doctor Constantino Mendieta, un cirujano plástico que se especializa en llevar a cabo implantes en las nalgas, piensa que el origen de la tendencia actual data del ascenso al estrellato de la actriz y cantante Jennifer López, en la década de los ’90.

“Ella mostró qué bien se puede lucir cuando tienes las curvas ideales”, indicó Mendieta.

“No es que antes no viéramos las nalgas, pero era una especie de tabú. Ella llamó la atención de un buena manera”, explicó el médico.

Las solicitudes recibidas por Mendieta, quien tiene su consultorio en Miami, para someterse a las operaciones de levantamiento de glúteos, en las que se usa la grasa de otras partes del cuerpo para agrandar las nalgas, se ha multiplicado por 20 en la última década.

Sin embargo, el costo de la operación es inalcanzable para algunas mujeres: 14 mil dólares, lo que pudiese estar conllevando a que algunas escojan opciones más baratas, que pueden resultar peligrosas.

“Muchas personas no tienen la licencia para llevar a cabo estos procedimientos. Aplican las inyecciones en hoteles, apartamentos y centros de belleza. Se trata de ambientes no esterilizados”, señaló el doctor.

DIFERENCIAS CULTURALES

Myra Mendible, una historiadora social, señala que diversas técnicas para aumentar el tamaño del trasero han formado parte del mundo femenino por años.

En el siglo XIX, las mujeres usaban polisones -unos armazones que se ataban a la cintura- para exagerar sus curvas.

Paradójicamente, apunta Mendible, las personas con traseros grandes también han sido víctimas de ridiculizaciones y burlas en muchas culturas.

Uno de los ejemplos más estremecedores es el de Hottentot Venus, una joven africana que fue secuestrada y exhibida por Europa en la época colonial por tener nalgas grandes.

“Se trataba de un espectáculo casi monstruoso”, indica la historiadora. “La paseaban y la exhibían como un ejemplo de lo que hacía a las mujeres africanas diferentes”.

Hoy en día, los procedimientos, legales e ilegales, para aumentar el tamaño de los glúteos son más frecuentes entre las comunidades afroamericanas e hispanas y entre transgéneros.

De acuerdo con la académica, el cuerpo de la mujer siempre han sido un indicio de las aspiraciones de la sociedad: la delgadez muscular es preferida en los países capitalistas, mientras que las curvas amplias son más admiradas en lugares más pobres, como su nativa Cuba.

“Allá, la delgadez es asociada con la pobreza, no es un signo de belleza”. “Para los cubanos, un cuerpo voluptuoso es un signo de buena salud y de fertilidad”, explica Mendible.
 

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