En Inglaterra, un camionero jubilado de 68 años protagoniza una curiosa historia científica dada a conocer por el diario The Telegraph. Desde que sufrió un accidente cerebrovascular (ictus) en 2004 que le afectó la sensibilidad de la parte izquierda de su cuerpo, Malcolm Myatt no puede quitarse una sonrisa de sus labios.
Rebautizado como “Mr. Happy” por los medios ingleses, el señor Malcolm no sonríe todo el día por ser una persona optimista sino que simplemente porque en su cerebro, y en particular en el lóbulo frontal que controla las emociones, el impacto del ictus “borró” la posibilidad de sentir tristeza.
En la actualidad, este jubilado británico -que pasó 19 semanas en el hospital y varios meses de rehabilitación- vive en una especie de vuelta a la infancia que “contagia” a quien está cerca de él, según detalla ABC.es.
Obviamente Myatt debe convivir con alguno que otro problema, como la dificultad de recordar situaciones que sucedieron a corto palzo. “Yo nunca estoy deprimido. Estar triste no me habría ayudado a mejorar. Mi condición es una ventaja. El ictus podría haber sido mi peor enemigo, pero no se lo he permitido”, confiesa.
Según los expertos, el caso de Myatt no es algo inusual. Algunos pacientes que sufren este tipo de enfermedad presentan cambios psicológicos, emotivos y de comportamiento. Según la doctora Carle Walton, de la Stroke Association, “cuando un ictus golpea el cerebro hay una parada del flujo sanguíneo. En ese momento las células cerebrales mueren y pueden verificarse daños permanentes”.
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