Puebla se convirtió en un escenario donde tradición e innovación dialogaron con fuerza, dando vida a momentos que confirmaron la riqueza y diversidad de la gastronomía latina. El Chile en Nogada, por ejemplo, fue uno de los platillos que mostró cómo nuestra cocina es mucho más que sabor: es relato de un territorio, eco de recetarios familiares y celebración de un mestizaje que encontró en Puebla una de sus máximas expresiones culinarias.
Esta certeza se hizo tangible durante Latino Gastronomic, celebrado del 4 al 7 de septiembre en Puebla. Por cuatro días, la ciudad se transformó en un epicentro de memorias y posibilidades, donde chefs con trayectorias reconocidas en el mundo —desde estrellas Michelin hasta guardianes de cocinas locales— compartieron la pasión de reinterpretar la tradición sin desarraigarla.

En las conferencias y showcookings se escucharon reflexiones increíbles: la vigencia de los ingredientes ancestrales, la necesidad de innovar con responsabilidad y la fuerza de la cocina como puente entre comunidades. La entrega del Premio Embajador de la Cocina Latina al chef José Andrés y del Premio Alma Latina a Carmen “Titita” Ramírez fueron momentos que confirmaron que cocinar también puede ser un acto de solidaridad y resistencia cultural.
La experiencia alcanzó un clímax emocional con el Pabellón Oficial del Chile en Nogada, donde los asistentes redescubrieron la delicadeza de este plato emblemático. Cada preparación narraba una historia distinta: desde la receta más tradicional hasta versiones que, sin perder la esencia, exploraban caminos innovadores. El público recorría el espacio como quien viaja en el tiempo, entre aromas que despertaban memoria y creaciones que apuntaban al futuro.
El festival se convirtió en una fiesta colectiva, con música, mixología universitaria inspirada en cacao, maíz y mezcal, y hasta un ronqueo japonés que dialogó con la cocina latina. Todo ello reafirmó que la gastronomía es encuentro, es diálogo y es comunidad.

Latino Gastronomic dejó claro que cocinamos como somos: con raíces que nos sostienen y con creatividad que nos proyecta. Desde Puebla para el mundo, esta primera edición sembró una semilla que seguirá creciendo, recordándonos que la cocina se degusta, se vive, se celebra y se comparte.