Hace unos días, en distintas conversaciones resonaba un tema: la Mujer Dormida había despertado. No había certezas, sólo comentarios dispersos y una pregunta que nadie lograba responder con convicción. La curiosidad creció con rapidez: ¿qué logró lo que parecía imposible?
De la especulación a la certeza
Con el paso de los días surgieron todo tipo de hipótesis. Sin embargo, una idea empezó a tomar fuerza. La Mujer Dormida no abrió los ojos por casualidad: fue Nescafé Clásico quien la despertó con ese impulso silencioso que antecede al movimiento real.
Porque existe una diferencia profunda entre levantarse y despertar. Y en ese punto exacto —donde la energía se enciende y la voluntad se activa— Nescafé ha sido cómplice desde siempre.
Despertar lo indespertable
Para quienes enfrentan mañanas demandantes, decisiones desde temprano y un ritmo que no concede tregua, despertar no es un acto físico: es un estado de claridad. Y ahí, una taza se convierte en detonante, acompañante y punto de partida.
Hoy ya no hay duda: la Mujer Dormida despertó porque alguien estuvo a su lado en el momento preciso. Nescafé Clásico la acompaña, la impulsa y le recuerda, cada mañana, que levantarse no es lo mismo que despertar.