Hoy día, el automóvil trasciende la idea de ser un medio de transporte. Hay quienes buscan potencia, otros el diseño o la eficiencia; unos más exigen trato, respaldo y una experiencia que los represente. En ese contexto —a mediados de la primera década del 2000— llegó una marca japonesa que apostó por algo poco común en la industria nacional: provocar emociones antes que cifras. Ahí comenzó una relación que hoy cumple dos décadas y que cambió, la forma en que los mexicanos viven el camino.
Desde sus primeros años, Mazda eligió una ruta distinta. Apareciendo como una propuesta que conectaba diseño arriesgado, ingeniería con vocación deportiva y un trato al cliente que parecía impensable para el mercado local. Lo inusual fue que esa estrategia no se quedó en discurso: generó una comunidad fiel, dio empleo a miles de personas y fortaleció la manufactura nacional desde una visión japonesa reinterpretada en territorio mexicano.
Mazda en México: del entusiasmo inicial al impacto tangible
El crecimiento fue sostenido y profundamente humano. Lo que comenzó con un equipo diminuto evolucionó hasta conformar una red de más de 10 mil colaboradores y 77 puntos de venta en el país. Al mismo tiempo, la confianza global en el mercado mexicano llevó a la marca a construir una planta de manufactura de gran escala en Guanajuato, donde se han producido casi dos millones de vehículos destinados tanto al mercado nacional como a más de 30 países.
Con cada modelo fabricado —Mazda2, Mazda3 sedán, Mazda CX-3 o Mazda CX-30— se consolidó una industria que apostó por la precisión, el detalle artesanal y la ingeniería con alma. Ese impulso impactó tanto a quienes compraron un vehículo como a quienes viven del desarrollo automotriz, la proveeduría, los servicios asociados y el talento que encontró estabilidad, crecimiento y propósito.
El camino comercial también fue contundente: en 2024 la marca cerró con su mejor récord de ventas, con casi 100 mil unidades colocadas y una participación que la posicionó como uno de los mercados más relevantes a nivel corporativo global.

Una ideología japonesa con corazón mexicano
La identidad de Mazda se sostiene con sus números, pero, principalmente con su historia,la cual está entretejida con conceptos que hoy forman parte de la cultura de la marca en México:
— El diseño Kodo, donde la escultura manual antecede a la línea de producción y el movimiento se percibe incluso en reposo.
— La visión Jinba-Ittai, que plantea que auto y conductor se funden en una sola experiencia armónica.
— El omotenashi, que reinterpreta el servicio como una forma de respeto y anticipación a las necesidades de cada persona.
A ello se suma un elemento silencioso, pero, decisivo: el espíritu retador que proviene de su origen en Hiroshima, una ciudad que supo reconstruirse después de la adversidad. Esa resiliencia encontró eco en México, un país que reconoce el valor de quienes convierten los desafíos en oportunidades reales.

20 años de emoción compartida
Dos décadas después, Mazda ha dejado una huella que trasciende el asfalto. Apostó por el talento local, impulsó la economía, elevó los estándares de servicio automotriz y construyó una comunidad que no compra un auto: lo vive. Hoy, el aniversario no funciona como un punto de llegada, sino como el recordatorio de que las mejores rutas aún están por recorrerse.
Porque cuando una marca logra generar empleo, confianza, diseño, innovación y sentido de pertenencia, avanzar tanto ella como quienes la acompañan. Y ese viaje —con el corazón como motor y la experiencia como destino— apenas comienza.