En una nueva reunión entre el presidente de la FIFa, Gianni Infantino, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su equipo de trabajo rumbo al Mundial de Futbol 2026; donde enviaron fuertes mensajes a todos los futuros visitantes.
¿Cuál fue la advertencia de Estados Unidos a los turistas del Mundial 2026?
Mientras se delineaban los preparativos para recibir a aficionados de cerca de un centenar de naciones, una voz resonó con una directriz clara fue la del Vicepresidente estadounidense James David Vance: “Queremos que vengan, queremos que celebren, queremos que vean los partidos. Pero cuando se acabe el tiempo, tendrán que irse a casa, de lo contrario tendrán que hablar con la Secretaria Noem (Secretaria de seguridad).”

Esta declaración, lejos de ser un mero detalle logístico, plantea una dualidad en el mensaje que Estados Unidos proyecta al mundo; por un lado, el vicepresidente personificó la bienvenida, prometiendo que el país mostrará “lo mejor de Estados Unidos, tanto en competición deportiva como en hospitalidad.”
El presidente, por su parte, destacó la magnitud del evento, un despliegue de 48 equipos nacionales a lo largo de 78 encuentros, y su potencial para inyectar “decenas de miles de millones de dólares en actividad económica para las empresas locales, creando miles y miles de empleos para los trabajadores estadounidenses.”
Además, el mandatario se mostró orgulloso de liderar la organización del torneo, al afirmar: “Juntos, este grupo ayudará a planificar el torneo de futbol más grande, seguro y extraordinario de la historia. Tendré el honor de ser el anfitrión de la Copa Mundial por primera vez para cualquier presidente en más de 30 años.”

Sin embargo, la advertencia migratoria se hizo presente sobre este panorama de celebración; la frase, que alude a consecuencias para aquellos que excedan el tiempo permitido, introduce una nota de control y posible restricción.
Esta contraposición de mensajes plantea interrogantes sobre la estrategia de Estados Unidos; la Copa Mundial de la FIFA 2026 se presenta así no solo como una fiesta del futbol, sino también como un escenario donde se negocian las tensiones entre la apertura y el control, la hospitalidad y la regulación.