Con el sonido de los cascos resonando en los campos de entrenamiento y el aroma de la hierba recién cortada, la pretemporada de la NFL 2025 ya está en marcha, marcando el inicio de un nuevo ciclo lleno de expectativas y aspiraciones.
Los equipos se preparan, los novatos buscan un lugar en el roster y, mientras tanto, los reflectores se posan una vez más sobre las cifras que dominan el panorama financiero de la liga.
En una era donde el tope salarial continúa su crecimiento, los contratos de élite alcanzan niveles sin precedentes, consolidando a un selecto grupo de jugadores en la cúspide de los ingresos.

Los mariscales de campo, como era de esperarse, son los reyes indiscutibles de la billetera. La posición más crítica del futbol americano es también la más lucrativa, y los nuevos contratos de 2025 han reescrito el libro de récords.
El fenómeno no es nuevo, pero la velocidad con la que las cifras se elevan es asombrosa, con un puñado de quarterbacks superando la barrera de los 50 millones de dólares en salario promedio anual.
El club de los 60 millones
A la cabeza de esta pirámide salarial se encuentra Dak Prescott¡, el quarterback de los Dallas Cowboys firmó un acuerdo monumental que lo sitúa en un estrato propio con un salario promedio de 60 millones de dólares al año.
Este contrato, uno de los más comentados de la temporada baja, refleja la fe de los Cowboys en su líder ofensivo y establece una nueva vara para las futuras negociaciones; sin embargo, Prescott no es el único que está viendo cómo su cuenta bancaria se infla.

El club de los 55 millones de dólares anuales es una muestra del valor que se le da a un mariscal de campo de franquicia en la liga moderna. Josh Allen (Buffalo Bills), Joe Burrow (Cincinnati Bengals), Jordan Love (Green Bay Packers) y Trevor Lawrence (Jacksonville Jaguars) se unen en este selecto grupo, demostrando que la consistencia, el talento y el liderazgo dentro del campo son recompensados con contratos multianuales de ensueño.
Más allá de este grupo de élite, otros quarterbacks también se mantienen en la cima. Jared Goff (Detroit Lions) y Tua Tagovailoa (Miami Dolphins) superan los 53 millones de dólares anuales, mientras que Justin Herbert (Los Angeles Chargers) y Lamar Jackson (Baltimore Ravens) se sitúan por encima de los 52 millones de dólares.
Estos contratos no solo reflejan su valor individual, sino que también subrayan la inmensa presión que recae sobre ellos para llevar a sus equipos al éxito, especialmente en la postemporada.
La ironía, en este contexto, es que una de las figuras más dominantes de la liga, Patrick Mahomes, el icónico quarterback de los Kansas City Chiefs, se encuentra fuera del top 10 en términos de salario anual promedio (con 45 millones de dólares), ya que su contrato a largo plazo fue negociado en un momento diferente del mercado, aunque su valor total sigue siendo uno de los más grandes.
El impacto en el tope salarial y el futuro de la liga
Esta explosión salarial tiene implicaciones directas en la gestión de las franquicias. Con un tope salarial en aumento, los equipos tienen más flexibilidad para retener a sus estrellas, pero también se enfrentan a decisiones difíciles.

La era del “big money” ha llegado para quedarse, con contratos que garantizan a los jugadores una seguridad financiera de por vida. Sin embargo, este mismo fenómeno también genera una presión inmensa sobre ellos, ya que sus salarios los colocan bajo el escrutinio constante de aficionados y analistas.
En esta pretemporada, mientras los jugadores sudan en los entrenamientos, el mercado financiero de la NFL sigue dictando el futuro de una liga donde el talento y el dinero van de la mano.