En una noche que quedará grabada en la historia del futbol, Ousmane Dembélé se confirmó como el ganador del Balón de Oro 2025.
El galardón, a menudo un premio a la dominación, se convirtió esta vez en el reconocimiento a una de las historias más impresionantes de perseverancia y redención en el deporte.
Después de años de altibajos, lesiones y críticas, el “Mosquito” alcanzó la cima, demostrando que el talento, cuando se une a la disciplina, puede superar cualquier obstáculo; su victoria, sin embargo, llega con un relato adicional, el del “gran perdedor” de la noche, el joven Lamine Yamal.
La temporada de Dembélé fue, en pocas palabras, impecable, la consistencia fue la palabra clave; se mantuvo sano y disponible, un factor que antes parecía un lujo.
Su capacidad para desbordar, asistir y generar peligro fue constante, convirtiéndose en el jugador más influyente de su equipo; a lo largo de la temporada, su rendimiento no decayó, sino que creció en los momentos más importantes.
Este trofeo no premia solo su habilidad con los dos pies, sino la madurez que alcanzó y la transformación que lo llevó de promesa a leyenda.
La noticia dejó un sabor agridulce para muchos, especialmente en Barcelona; Lamine Yamal, que para gran parte de la prensa y los aficionados era el claro favorito, se quedó a las puertas de la gloria.
El joven prodigio tuvo una temporada de ensueño, batiendo récords y exhibiendo una brillantez que no se veía desde la aparición de Lionel Messi.
Su derrota fue un golpe duro para una campaña que parecía destinada a la historia. El futbol decidió premiar la persistencia sobre la explosión de juventud.
La imagen del prodigio de 18 años aplaudiendo al veterano de 28 fue el momento más conmovedor y simbólico de la ceremonia, marcando el fin de una rivalidad épica.