El Gran Premio de México es conocido por su arrolladora “F1ESTA”, pero un detalle que subraya su trascendencia continental es la diversidad de colores y escuderías que llenan sus gradas.
A diferencia de otros circuitos con dominio local, el Autódromo Hermanos Rodríguez se transforma en un vibrante mosaico donde confluyen seguidores de todas las latitudes, especialmente de Latinoamérica.
Los aficionados mexicanos, aunque mayoría, reciben a una multitud de viajeros de países como Colombia, Argentina, Brasil y Chile, que ven en la Ciudad de México el punto más accesible y festivo para vivir la Fórmula 1 en vivo.
Esta mezcla cultural dota al evento de una energía especial, donde los cánticos no solo son en español, sino que se enriquecen con el acento y la pasión de todo el continente.
Esta diversidad se refleja visualmente en las tribunas: se ven, codo a codo, las banderas tricolor de México junto a las rayas celestes y blancas de Williams por Carlos Sainz en su nueva etapa, el naranja papaya de McLaren por Norris y Piastri, y el tradicional rojo pasión de Ferrari. En un solo pit wall, se puede observar un aficionado con la gorra de Mercedes junto a otro con el merchandising de Alpine.
La F1ESTA, por lo tanto, no es solo la fiesta de México, sino un punto de encuentro panamericano que demuestra el creciente auge de la categoría en la región.
Los pilotos de la parrilla han notado este fenómeno; al ser cuestionados sobre el ambiente en el Foro Sol, mencionan que el apoyo que reciben no es exclusivo de una bandera; es la pasión desbordada y la calidez latina por el deporte en sí mismo, convirtiendo el fin de semana en una auténtica cumbre de culturas y colores. Esta convergencia de pasiones es, sin duda, el combustible invisible que eleva la reputación del Gran Premio de México año tras año.

