En algo histórico para el cine mexicano, la película animada Soy Frankelda se posicionó como la primera producción nacional en técnica stop motion al estrenarse el próximo 23 de octubre en más de 500 salas de Cinépolis y la Cineteca Nacional.
Dirigida por los hermanos Roy y Arturo Ambriz, esta cinta de 90 minutos rinde homenaje a la tradición literaria de Mary Shelley mientras teje un universo fantástico inspirado en la cultura mexicana del siglo XIX.
Apadrinada por el aclamado cineasta Guillermo del Toro, quien actuó como mentor espiritual de los creadores, Soy Frankelda transformó miedos personales en una narrativa de resiliencia creativa, cautivando audiencias en el Festival Internacional de Cine de Morelia y posicionándose como candidata potencial a los premios Oscar.
La trama de Soy Frankelda gira en torno a Francisca, una joven escritora mexicana frustrada en el México porfiriano, quien, al morir, se transformó en Frankelda, una entidad dedicada a narrar historias de niños que enfrentaban monstruos para superar sus más grandes miedos.

Guiada por Erneval, un príncipe atormentado que luchaba por salvar su dominio en ruinas, la protagonista busca restaurar el equilibrio entre la realidad y la ficción.
Como reveló Roy Ambriz en entrevista con Publimetro, la frustración por obstáculos en proyectos previos, como La balada del Fénix, se canalizó en los personajes: “Teníamos dos grandes frustraciones: creativa y de gestión. Decidimos metérselas a Frankelda para exorcizarlas”.

Arturo Ambriz agregó que Erneval refleja la lucha por liderar un “reino derrumbándose”, aludiendo a los retos de fundar un estudio de animación en México sin presupuestos ni contactos.
Roy y Arturo Ambriz, nacidos en Ciudad de México en 1989 y 1990 respectivamente, emergieron como los creadores de este logro. Hermanos inseparables en la creación, comenzaron su carrera hace 12 años con el cortometraje Revoltoso, rodado en la azotea de la casa familiar.

Escritores, directores y productores estos hermanos desarrollaron un método colaborativo: Roy se enfocó en lo visual, como escultor principal y constructor de marionetas, mientras Arturo supervisó el rodaje, fotografía y postproducción: “Siempre empezamos juntos, nos separamos y acabamos juntos. Es parte del chiste”, bromeó Roy.
Su estudio, Cinema Fantasma, se convirtió en una “fábrica de sueños y pesadillas” con sets de hasta 10 metros y escenografías manuales que rinden homenaje a México sin caer en estereotipos: desde un Porfirio Díaz monstruoso hasta guardianes mayas.
La irrupción de Guillermo del Toro en sus vidas transformó el proyecto. El cineasta, quien apoyó Revoltoso desde 2013, se convirtió en mentor y “Gandalf” de los “hobbits” Ambriz: “Desde entonces ha sido nuestro amigo y guía espiritual”, contó Arturo.
Del Toro facilitó conexiones clave, como con Cinépolis para distribución y posibles candidaturas a los Oscar, y supervisó el corte final diariamente desde marzo de este año. Asimismo, invitó a los hermanos a Londres para grabar la banda sonora de su Frankenstein y a Canadá para aprender mezcla sonora.
Una anécdota emblemática fue el sueño de Roy tras una masterclass con Del Toro: Frankelda, llorando, veía su reflejo humano y oía: “¿Aquí es donde nos rendimos?”. Ella respondió “No”, una toma que se incorporó al filme final, simbolizando su propia perseverancia.
“Guillermo lo aprobó y nos dijo: ‘Tienen que hacerla’”, recordó Roy. Del Toro elogió el flujo mejorado del corte cinematográfico: “Va bien, solo ha que mejorar dos o tres cositas y fluye más”.

La producción de Soy Frankelda enfrentó distintos desafíos durante tres años; sin embargo lo que inició como piloto para Cartoon Network, evolucionó a largometraje completo en talleres de diseño industrial, con un equipo de mujeres talentosas; incluidas las esposas de los hermanos: Irene Melis como directora de fotografía y Ana Coronilla como directora de arte.
Para el público mexicano, los Ambriz enviaron un mensaje muy valioso: “Puedes confiar en tus sueños; si tu ilusión es sólida, ve por ella hasta las últimas consecuencias”, dijo Roy.
“No hay que pedir permiso por ser mexicanos; podemos hacer sci-fi o high fantasy con terror. Hicimos esta película para ver algo no visto en México y decirle a las niñas y niños: vivir de arte es difícil, pero se puede”, finalizó Arturo.