Manchester volvió a latir como capital espiritual del rock británico para despedir a Gary Mani Mounfield, músico fundamental de una generación y figura querida dentro y fuera del escenario. Frente a la Catedral de Manchester, el silencio se mezcló con aplausos, miradas húmedas y palabras que nacieron desde la entraña. No fue solo un velorio: fue un acto de amor colectivo.
Entre los primeros en rendir homenaje estuvo Ian Brown, quien, visiblemente conmovido, resumió el sentir general con una frase breve y poderosa: “Era un hermano para mí”. A su lado, John Squire, compañero de historia y escenario, acompañó el adiós con la discreción de quien sabe que hay vínculos que no necesitan demasiadas palabras.
El cortejo reunió a auténticas leyendas de la música y la cultura británica. Estuvieron presentes Liam Gallagher, Andy Bell y Bonehead, representando el espíritu de Oasis; también Bobby Gillespie y Andrew Innes de Primal Scream. La escena se completó con figuras como Tim Burgess y Paul Weller, además de rostros emblemáticos del deporte y la identidad inglesa como David Beckham y Gary Neville.
La presencia de personalidades tan diversas dejó claro algo que muchos repetían en voz baja: Mani no fue solo un músico, fue cultura británica. Su influencia trascendió géneros, generaciones y escenarios. Fue parte del sonido, pero también del carácter de una época.
En medio de este clima de despedida, el mundo del rock también lamentó la pérdida de otra figura clave: Mick Abrahams, guitarrista británico de blues eléctrico, miembro fundador y primer guitarrista de Jethro Tull, fallecido a los 82 años. Aunque su etapa en la banda fue breve, su aportación fue decisiva para el sonido inicial del grupo y para el desarrollo del blues rock inglés a finales de los años sesenta. Ian Anderson y Martin Barre le dedicaron palabras emotivas, destacando su integridad, talento e influencia duradera.
El adiós a Gary “Mani” Mounfield dejó una certeza imposible de discutir: su ausencia pesa, pero su legado seguirá resonando. En los acordes que definieron una era, en las bandas que vinieron después y en la memoria colectiva de una ciudad que hoy lo llora como se despide a los grandes. Manchester no solo perdió a un músico; perdió a uno de los suyos.