Estilo de vida

Científicos identifican el “lado positivo” de decir groserías

Aunque decir groserías está asociado socialmente con baja educación o violencia, su efecto puede ser positivo

Su influencia puede definir nuestra mente, nuestro cuerpo y las relaciones
Groserías. Su influencia puede definir nuestra mente, nuestro cuerpo y las relaciones (Pixabay )

El lenguaje, como constructor de una sociedad, es uno de los elementos más cuidados y analizados. Sin embargo, las malas palabras o groserías habían quedado fuera del ojo científico, pues se relacionan con agresividad, bajo vocabulario o poco inteligencia, hasta ahora, con la publicación de un artículo científico que recopila investigaciones sobre el “lado positivo” de decir groserías.

“Ahora tenemos bastantes pruebas que cuestionan esta visión, lo que nos lleva a reconsiderar la naturaleza -y el poder- de las palabrotas”, explica Karyn Stapleton, profesora titular de Comunicación Interpersonal de la Universidad del Ulster, en Irlanda del Norte, Reino Unido.

Para llegar a estas conclusiones, Stapleton y su equipo revisaron más de un centenar de artículos académicos de diferentes disciplinas que analizan el uso de palabras “tabú” y su influencia sobre nuestra forma de pensar, de actuar y de relacionarnos.

La gente suele asociar las palabrotas con la catarsis, es decir, con la liberación de emociones fuertes. Es innegable que es diferente -y más potente- de otras formas de uso del lenguaje. Curiosamente, para los hablantes de más de una lengua, la catarsis es casi siempre mayor cuando se maldice en la primera lengua que en las lenguas aprendidas posteriormente”, comenta Stapleton .

Entre los principales resultados, Stapleton y su equipo encontraron que las investigaciones neurocientíficas sugieren que decir palabrotas podría estar localizado en partes del cerebro diferentes a las de otras regiones del habla.

“En concreto, podría activar partes del “sistema límbico”. Estas estructuras profundas están implicadas en aspectos del procesamiento de la memoria y las emociones que son instintivos y difíciles de inhibir. Esto podría explicar por qué los insultos pueden permanecer intactos en personas que han sufrido daños cerebrales y tienen dificultades para hablar como resultado”, añade la especialista.

Otro de los aspectos de las groserías son sus efectos cognitivos. “Sabemos que las palabrotas llaman más la atención y se recuerdan mejor que otras palabras. Pero también interfieren en el procesamiento cognitivo de otras palabras o estímulos, por lo que parece que las palabrotas también pueden entorpecer el pensamiento”.

Además, las groserías influyen en nuestras relaciones con los demás. “La investigación en comunicación y lingüística ha demostrado que hay una serie de propósitos sociales distintivos de las palabrotas: desde expresar agresividad y causar ofensa hasta crear vínculos sociales, humor y contar historias. Las palabrotas pueden incluso ayudarnos a gestionar nuestras identidades y a mostrar intimidad y confianza, así como a potenciar la atención y el dominio sobre otras personas”, añaden Stapleton y su equipo.

Es posible que las groserías muestren un patrón de memoria similar al de la música. “Recordamos y nos gustan más las canciones que escuchamos durante la adolescencia. Esto se debe a que, al igual que la música, decir palabrotas posiblemente adquiere un nuevo significado en la adolescencia. Se convierte en una forma importante de responder a las intensas emociones que solemos tener durante esta época, y en un acto que señala la independencia de los padres y la conexión con los amigos. Así pues, las palabrotas y las canciones utilizadas durante esta época pueden quedar vinculadas para siempre con experiencias importantes y muy memorables”, concluye el equipo.

3 PREGUNTAS CON

Karyn Stapleton, Profesora titular de la Escuela de Comunicación y Medios de la Universidad de Ulster, en Belfast, Irlanda del Norte.

Karyn Stapleton, Profesora titular de la Escuela de Comunicación y Medios de la Universidad de Ulster, en Belfast, Irlanda del Norte.
En entrevista con: Karyn Stapleton, Profesora titular de la Escuela de Comunicación y Medios de la Universidad de Ulster, en Belfast, Irlanda del Norte. (Cortesía)

¿Cuál considera que ha sido el papel de las palabrotas en la configuración del lenguaje y de nuestras sociedades?

Específicamente no sabemos cuál ha sido su papel en la formación de las sociedades (y esto no es algo que hayamos analizado en nuestros últimos trabajos), pero parece que decir palabrotas es muy común en todas las sociedades, culturas y lenguas. Es una forma de tabú lingüístico.

Mientras que algunas categorías de tabúes/palabras malsonantes son comunes en muchas lenguas (por ejemplo, actos sexuales, excreción), otras son más específicas de grupos y culturas concretas (por ejemplo, la enfermedad y los animales pueden ser tabúes en algunos entornos). El carácter ofensivo de las categorías y las palabras específicas también puede cambiar con el tiempo.

¿La concepción cultural de las palabrotas es la misma en todas las regiones o hay alguna en la que están más aceptadas socialmente?

Puede haber alguna variación en las palabrotas y en las categorías de tabú, pero las palabras están generalmente asociadas a la ofensa (potencial) y/o a la expresión emocional.

La catarsis, o la liberación de emociones fuertes, como la ira/frustración, es una razón común para jurar. (aunque hay muchos otros usos - ver mis comentarios más abajo). Curiosamente, en el caso de los hablantes de más de una lengua, tanto la percepción de ofensa como la fuerza emocional de los insultos suelen ser más fuertes en el caso de las palabrotas de su primera lengua, en comparación con las palabrotas de la(s) lengua(s) aprendida(s) posteriormente.

¿En qué casos puede aplicarse su investigación y cuáles son los próximos pasos de la misma?

En nuestro reciente artículo en la revista Lingua, mis colegas y yo hemos estudiado cómo el potencial de ofensa provoca otros efectos poderosos, por ejemplo, cognitivos, de interacción y de alivio del dolor. Aunque se puede suponer que los efectos sociales de las palabrotas se derivan de la naturaleza tabú/ofensiva de las palabras, no sabemos con certeza cuándo (o cómo) los individuos forman asociaciones personales con estas palabras. Es necesario investigar más sobre el papel de la memoria y las experiencias individuales con las palabrotas, no sólo en la infancia sino a lo largo de la vida.

Mi principal área de investigación en este ámbito es sobre las funciones interpersonales de los insultos, que tienen que ver con la forma en que las personas se relacionan con los demás. Básicamente, me interesa lo que la gente “hace” con las palabrotas -para qué las utiliza- en sus interacciones con los demás.

Las he clasificado en cuatro grupos principales: (1) Expresar emociones a otra persona (que pueden ser positivas, como la excitación, la felicidad, o negativas, como la ira, la hostilidad, etc.); (2) Vinculación social y/o mostrar solidaridad (por ejemplo, algunos grupos de compañeros de trabajo, adolescentes, grupos de amigos -y otros- desarrollan formas de decir palabrotas como práctica de grupo. Igualmente, las palabrotas no agresivas pueden indicar que las personas están relajadas entre sí o pueden marcar un entorno informal); (3) Humor, narración de historias y énfasis verbal (las palabrotas pueden utilizarse para llamar la atención, intentar ejercer dominio, añadir humor o color, aumentar el impacto de una historia o el remate de un chiste, etc. ); y (4) Gestionar la identidad (las personas pueden utilizar las palabrotas para presentar un determinado tipo de identidad o para rechazar las ideas de los demás sobre quiénes son: esto puede aplicarse a cualquier tipo de identidad: edad, género, ocupacional, social, geográfica, etc.)

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