El rugido de los motores Volkswagen tomó el Autódromo de León con la segunda edición del Vochódromo Track Fest, un encuentro que demostró que ser “vochero” no solo es tener un auto: es pertenecer a una comunidad. Desde la mañana, la pista lució como una pasarela motorizada donde los vochos llegaron alterados, restaurados, rebajados, cromados o simplemente presumidos como joyas familiares.
En México el vocho nunca desapareció; se convirtió en cultura popular sobre ruedas. Y en León apareció en todas sus facetas: desde los que conservan su silueta clásica hasta los que esconden motores modificados listos para la pista. Los asistentes caminaron entre líneas de Sedán con placas personalizadas, aerografías, escapes ruidosos y detalles que solo un vochero identifica con orgullo, como los carburadores, los motores boxer o las suspensiones “ras de suelo” que parecen besar el asfalto.

Lo que puede parecer una reunión de autos es, en realidad, una reunión de historias. No faltaron los padres que explicaban a sus hijos cómo se arregla un vocho “con oído”, los vendedores de refacciones que cargaban piezas como reliquias, ni los clubes que viajaron desde otros municipios y estados para competir, exhibir o sencillamente convivir. Entre los pilotos invitados destacó Tyson Ibarra, reconocido corredor con experiencia en NASCAR, quien se sumó al ambiente que convirtió la pista en fiesta.

Tal vez el Volkswagen Sedán ya no se fabrica, pero en el Autódromo de León quedó claro que sigue vivo cada vez que arranca.
Mientras existan manos dispuestas a modificarlo, pistas para competir y personas apasionadas por repararlo una y otra vez, el vocho seguirá ocupando un lugar en el corazón mexicano: un símbolo popular que no envejece, solo se reinventa.


