Algarabía

Jardines para circundar

Por Luis Barragán

Éste es un extracto de una conferencia del arquitecto Luis Barragán sobre la importancia que tiene el jardín como un espacio de paz y reflexión en la vida ajetreada y alienante de hoy. es, además, un homenaje a la zona de la Ciudad de México conocida como «el pedregal» que él mismo creó y planeó, y que aun con todas las transformaciones que ha sufrido sigue conservando algunos jardines realmente únicos

Quiero expresarles algunos puntos de vista sobre los jardines destinados a completar nuestros hogares. Esta zona se llama Jardines del Pedregal y las casas y jardines tienen que edificarse en un desierto de lava que adopta las formas más caprichosas.

Por una feliz coincidencia, al hacer un jardín para mí mismo, descubrí las posibilidades de utilizar aquella zona y de disfrutar del maravilloso paisaje, edificando jardines y casas que ponen de relieve la belleza de las piedras, utilizando también sus cualidades y formas, como los más maravillosos elementos decorativos.

Se realizó un plan de división de terrenos, pero de modo tal que, junto al carácter original del paisaje, pudiéramos tener posibilidades de desarrollar y crear unos jardines privados, uno para cada casa, limitados y rodeados de muros, árboles y follaje que impidan que se vea el exterior y las casas vecinas.

Confieso que me daba miedo esta idea de jardines privados, en completa oposición con los jardines abiertos que se suelen hacer en Estados Unidos y en México alrededor de las casas.

Voy a darles algunas ideas a propósito de la forma de vivir en el mundo moderno. Trataré de encontrar las diferencias que son la causa de estos dos tipos de jardín: el abierto y el cerrado.

Una de las características del hombre moderno, en todo el mundo, tanto en México como aquí, es que vive en público. La mayor parte de su tiempo lo pasa en espacios públicos. Suele comer casi siempre fuera de casa. Utiliza la hora de la comida para hablar de negocios y la cena para comer y ver gente. En México también se hace lo mismo en el desayuno.

En época de vacaciones, las horas libres se destinan a los clubes nocturnos, los deportes y el cine. Durante los viajes de fin de semana solemos estar rodeados de extraños, de personas ajenas a la familia.

En fin, los momentos en los que podríamos disfrutar los utilizamos para comunicarnos con el mundo exterior a través de la radio y la televisión, que llevan hasta el dormitorio los acontecimientos deportivos, los programas musicales y las noticias.

El uso del teléfono representa también otro aspecto de la vida pública —de la vida en público— que entra en la vida privada, con llamadas telefónicas que trasladan al hombre desde su casa a los compromisos de negocios o sociales. A través de estos factores, el hombre moderno vive en público, y por esta razón, hace unos jardines abiertos que no pueden tener el encanto y las ventajas de los jardines privados.

Me pregunto a qué hora del día el hombre moderno, que lleva una vida semejante, puede meditar y permitir a su imaginación el desarrollo de las ideas creativas y espirituales. Me pregunto también si una vida como ésa permite encontrar la paz y la serenidad que tanto necesitan todos los hombres, sobre todo en nuestra época.

Sin embargo, no creo que los jardines abiertos ayuden al descanso cotidiano, ni del cuerpo ni del espíritu. Estos jardines nos encantan cuando pasamos por delante en nuestros coches a sesenta o setenta kilómetros por hora, pero no nos invitan a instalarnos, ni a quedarnos como en una cámara de reposo.

Es muy importante destacar que el jardín, especialmente en algunos climas y en algunos lugares del mundo, puede servir durante todas las estaciones del año como living room para sentarse, comer o como lugar de reunión para los habitantes de la casa.

Quisiera poderles comunicar claramente el descanso psíquico y espiritual que es posible encontrar con la costumbre de pasar algunas horas al día en un jardín. Tenemos la sensación de territorio privado e íntimo, así como de hogar tradicional.

Este tipo de jardín conduce al hombre a un uso habitual de la belleza, como el pan nuestro de cada día; inconscientemente, caemos en la meditación espontánea sin esfuerzo alguno, con reducción total de la tensión nerviosa.

Para apoyar esta idea, apelo a Catalina de Rusia, que decía que cuando tenía problemas con el gobierno, y le era imposible encontrar una solución entre sus consejeros, se paseaba sin rumbo fijo por el jardín y encontraba la mejor solución, así como paz para su espíritu.

Creo, sin embargo, que los arquitectos tienen que hacer jardines para ser utilizados, como las casas que construyen.

Tienen que desarrollar también el sentido de la belleza y el buen gusto, inclinándolo hacia las bellas artes y otros valores espirituales.

Todo esto nos lleva a la conclusión de que, sin querer hacer desaparecer la necesaria e indispensable vida pública, el hombre de nuestros días necesita, para su placer, o más bien por necesidad, para sus actividades en la comunidad, este tesoro que podemos darle a cambio; una vida privada y un jardín privado.

Un jardín de este tipo ayuda mucho al desarrollo de la personalidad y a suprimir mentalidades uniformadas.

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