En numerosas ocasiones hemos hablado de cuál es la mejor técnica para conducir como un piloto profesional.
Hemos resaltado la importancia de practicar y prestar especial atención a algunos aspectos como tener una correcta posición de las manos y el cuerpo, el manejo a la defensiva, mirar lejos y a la distancia, identificar el vértice al tomar una curva y evitar frenar todo el tiempo.
Sin embargo, ¿qué pasa cuando hemos trascendido todo ello? Así es, la magia ocurre.
Si eres un aficionado de los autos y la velocidad, seguramente tu placer sobrepasa tus miedos.
Te encanta sentir cómo el auto reacciona a la velocidad de tu mente, cómo puedes jugar con tu manejo como si fueras un niño.
Aunque no lo creas, esto no lo experimenta un gran número de personas. Y no es para menos: los accidentes de tránsito son de las principales causas de muerte.
La cuestión es que pocos tienen la preparación para poder salir a carretera y reaccionar ante cualquier imprevisto.
Sin embargo, si te has preparado y has practicado correctamente, ¡el conducir es una experiencia como pocas!
Cuando el vehículo es una extensión de tu cuerpo
Un deportista entrena su cuerpo para que éste pueda lograr cosas extraordinarias.
Vemos a bailarines y patinadores dar vueltas en el aire, deportistas dar grandes saltos y atletas correr largas distancias a velocidades impresionantes.
¿El común denominador? Su cuerpo es un vehículo para lograr lo que su mente desea.
Y una vez que han logrado entrenar al cuerpo, gozan de los beneficios a los que pocos tienen acceso: sensación de libertad, emoción, independencia, autocontrol y diversión.
¿El premio? El escuchar el rugido del motor, el pisar el acelerador y el tener la dirección en tus manos te obliga a estar presente.
El premio de dominar los medios y fundirte con el vehículo es gozar de atención plena.
En otras palabras, el diálogo interno cesa y simplemente estás viviendo la experiencia al 100%.
Estás atento ante los estímulos del ambiente y tu cuerpo se encarga de todo lo demás.
La percepción y el instinto de tu cuerpo es mucho más sabio y veloz que tu lógica y tu mente racional.
Tu cuerpo reacciona mucho más rápido de lo que tu mente tardó en procesar determinada situación.
Llega un momento donde ni siquiera estás consciente de los movimientos mecánicos que hace tu cuerpo al conducir, tal como sucede cuando caminas.
Cuando te permites dominar tus miedos, accedes a experiencias únicas, en lugares únicos y haciendo actividades que estimulan tu cuerpo y mente.
Esto no quiere decir que el riesgo desaparece. Simplemente confías en tu capacidad corporal y mental para saber reaccionar ante cualquier adversidad.
Y en el camino, el placer y la diversión de conducir se convierte en una poderosa herramienta para estar presente y vivir otra cara de la realidad.