Iron Man 3, por Óscar Uriel

Para el público amante de los superhéroes, llegó a la cartelera de  nuestro país la última entrega de la saga de Iron Man.

Justo a la mitad de la proyección de Iron Man 3 tuve la extraña percepción de que me encontraba disfrutando de una película de acción como las de antaño, de esas producidas en Hollywood en la década de los noventa en donde los protagonistas pronunciaban frases ingeniosas en todo momento para complacencia del público y en donde la trama era tan insustancial que prácticamente la olvidabas una vez que salías del complejo cinematográfico. Y no es casualidad. El director y coguionista de la tercera entrega de las aventuras de Iron Man es Shane Black, responsable de libretos tan emblemáticos como The long kiss goodnight, quizá uno de los guiones mejor pagados en esa era del despilfarro y la opulencia en Hollywood.

Este director no hace otra cosa más que inyectar a la franquicia de los elementos característicos de sus películas, por lo que vemos a un Tony Stark derrochando carisma, a unos villanos por demás caricaturescos y a una serie de personajes enunciando diálogos ingeniosos, nada más. Supongo que Iron Man 3 está fundamentada en la anécdota de la pérdida de identidad de Stark manifestada en una pronunciada crisis (post los sucesos ocurridos en The Avengers), la cual funciona como pretexto perfecto para explorar la compleja personalidad de ese millonario científico e inventor que, además de todos esos atributos, resulta irresistible a la mujeres. El problema aquí es que tal depresión jamás se justifica en escena. Al igual que los diálogos de los otros libretos de Black; simplemente expresan el sentir de los personajes, pero esto jamás se justifica en pantalla.

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Ahora, Iron Man 3 no decepciona del todo. La película posee un ritmo trepidante que mantiene la atención del espectador, además de contar con la presencia en el elenco de el gran Ben Kingsley como el Mandarín, uno de los villanos más singulares que hemos visto en esta última camada de cintas de Marvel. El guión tiene preparado un par de sorpresas para la audiencia, sin embargo esto no hace lo suficientemente atractiva la película sobre todo al considerar que se trata del filme posterior a The Avengers. Los talentosos Rebecca Hall y Guy Pearce se encuentran desperdiciados en dos olvidadizos personajes interpretando a un par de pioneros científicos que regresan del pasado para formar parte del crítico presente de Stark. Aquí el espectáculo le pertenece única y exclusivamente a Downey Jr. y a su singular personalidad carismática que lo ha convertido en uno de los histriones consentidos de películas del género. Por un lado, la cinta cumple con entretener al espectador; pero por otro, hay una extraña sensación de descontento  una vez que termina la función.
 

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