Niños encarcelados, infancia invisible

El drama de los pequeños que se ven obligados a vivir con sus madres en las prisiones, que suman 337 en todo el país, 110 de ellos en el DF

En el Distrito Federal, 110 niñas y niños viven entre las rejas, duermen encerrados con un candado que se cierra todas las noches y sólo se abre una vez que se realiza el pase de lista de las mujeres recluidas en el Penal Femenil de Santa Martha Acatitla.

La Ley de Centros de Reclusión para el Distrito Federal estipula que una vez cumplidos los seis años, los pequeños no pueden estar más dentro del penal y deben ir con algún familiar o a un centro especializado.

Hasta hoy, no se cuenta con un presupuesto asignado para este sector de la población infantil de la Ciudad de México, los programas para su educación no son obligatorios y sus madres deben arreglárselas para mantenerlos cerca de ellas.

Donovan quiere ser abogado, en distintas ocasiones lo ha comentado con su mamá, América. Le ha contado que no quiere ser policía y mucho menos custodio. Él dice con toda seguridad que quiere estudiar leyes para sacar a su madre de la cárcel.

“Me dice que si no es abogado, por lo menos va a venir a visitarme”, cuenta América entre lágrimas. “Yo le he dicho que no, que él tiene que salir y ser mejor, que tiene que estudiar para él, no para mí”, agrega.

América es una de las 102 madres y otras 16 mujeres embarazadas que se encuentran recluidas en el Penal Femenil de Santa Martha Acatitla. Ella está acusada de robo y de delitos contra la salud, pero eso Donovan no lo alcanza a comprender aún.

“Él me dijo que le prometiera que cuando se fuera yo iba a estar bien y que me iba a portar bien, que le jurara que ya no le iba a faltar al respeto a las autoridades. Él está consciente de todo lo que yo hago”, cuenta la joven que fue arrestada en la delegación Xochimilco en 2011 cuando conducía, junto con su pareja, un auto que horas antes habían robado.

Al pequeño de casi cinco años que usa una boina y es considerado uno de los pequeños más “latosos”, le queda menos de un año a lado de su mamá, pues tendrá que abandonar la cárcel una vez cumplidos los cinco años 11 meses, como lo estipula la ley.

Para eso se prepara, va a terapias igual que su mamá, platica con ella, de lo que pasará una vez estando “con los amigos”, como se refiere a la organización ReInserta, una asociación civil que desde hace tres años apoya a jóvenes en conflicto con la ley, madres de familia en situación carcelaria y últimamente a los pequeños que viven con ellas, a los que ha bautizado como “invisibles”.

“Le dije, vas a ir a la escuela, los amigos te van a llevar a pasear, te van a llevar a cualquier parte ¿no? Entonces así como que ya entiende. Él se va a ir a una fundación”, cuenta América.

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