Opinión

Seamos niños, seamos productivos

Nuestro columnista Helios Herrera nos habla de la importancia de alimentar la imaginación de los niños

Si algo tienen los niños es una gran creatividad. Con cualquier objeto pueden realizar un divertido juguete que, aunado a su gran imaginación, los tendrá divertirá por horas. Para un adulto, que ha eliminado por completo esa parte esencial de su ser, será un objeto solamente, para el niño puede ser cualquier cosa.

Cuéntale una historia y su imaginación volará alto, la verá como en una película y él será uno de los personajes que la protagoniza. Todo esto gracias a su capacidad para dejarse llevar y crear mundos imaginarios en los cuales todo se puede y todo se vale.

Reúnelo con otros niños desconocidos y de inmediato socializará con ellos, jugará en grupo, nombrarán a un líder y trabajarán en equipo para pasar un rato de diversión.

Platícale algo que no entienda y te preguntará o investigará hasta entenderlo, tendrá la necesidad de quererlo saber todo con sus tiernas, y de repente incansables preguntas: “¿Por qué?”, “¿Cómo?”, “¿Para qué?”.

Muchas veces subestimamos a estos pequeños grandes seres humanos que, si bien es cierto, llegan a ser mucho más productivos que un adulto que creemos rentable por generar dinero. Si reflexionamos un poco, los niños llevan a cabo en su día a día actitudes necesarias para poder ser una persona feliz y completa. ¿Por qué a los adultos nos cuesta tanto trabajo desenvolvernos con estas actitudes básicas que nos llevan a ser más productivos y felices?

Se nos olvida dejar libre nuestra imaginación, para resolver algún problema que se nos presente en la casa o en el trabajo. Preferimos quedarnos con dudas en lugar de “quedar en ridículo por preguntar”. Nos volvemos cautos para seleccionar a las personas con las que nos relacionamos y enjuiciamos a los demás, en lugar de identificar el potencial de cada uno y trabajar en conjunto por alcanzar los objetivos. Nos volvemos desconfiados y lo más grave, dejamos de soñar. Tristemente cerramos nuestra mente y por ende, muchas posibilidades de placer, bienestar y plenitud.

Y con todo esto, ¿cómo hacerle para recuperar a nuestro niño?

Antes que nada, quítate de la cabeza que el dejar ser a tu niño es señal de inmadurez o de que los demás te van a percibir como un bobo. Si lo haces, lo que vas a lograr es ver la vida desde una perspectiva más abierta, vas a fluir mejor, serás menos prejuicioso, menos duro contigo mismo y con los demás; te permitirás expresarte con mayor creatividad, podrás convivir mejor, trabajar mejor y todo eso hará que todas tus acciones te lleven a una mayor felicidad, plenitud y productividad.

Observa a tus hijos y mira cómo son espontáneos, felices, viven en paz, ocurrentes, cero complicados, no son prejuiciosos, preguntan, indagan, investigan; no rechazan a la gente que piensa distinto a ellos, tienen una capacidad de asombro inmensa, a todo le ven el lado positivo, son emprendedores, son detallistas y meticulosos, son infinitamente creativos y trabajadores cuando se empeñan en hacer o construir algo, ponen toda su energía en el juego que les toca jugar.

Tienen éxitos en sus misiones y en caso contrario lo intentan una y otra vez hasta conseguir lo que se proponen. En una palabra, son productivos; mírate en ellos y apréndeles, recuerda que ellos son nuestros mejores maestros. 

Hoy 30 de abril, quiero invitarte a hacer una sencilla técnica para conectarte con tu niño interior, es un ejercicio muy sencillo que sólo necesita de ti, de tu tiempo y de tus ganas de encontrarte contigo:

En un espacio tranquilo y fuera de distracciones, cierra los ojos y comienza a respirar profundo y lento. Una vez que estés en un estado de relajación, lleva a tu mente la imagen de cuando eras niño, recuérdate cuando tenías cinco años. Cuando tu cuerpo y tu mente estén conectados con esa imagen tuya de niño, míralo bien y salúdalo. Platica con él, descubre todo lo que hace y pídele que nunca deje de hacerlo, deja que te platique lo que quiere ser de grande y lo que está dispuesto a hacer para conseguirlo. Permítele que te contagie un poco de su energía y buena actitud, intercambien sonrisas y disfruten el momento; si es necesario, pídele perdón porque lo has olvidado y descuidado. Dale un abrazo fuerte y apretado y cuando exhales, abre los ojos y agradece el momento vivido.

¡Celebremos a nuestros niños y festejemos en conciencia la capacidad de poder seguir siéndolo a pesar de tener más años de la cuenta!

Piensa, reflexiona y actúa.

 

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