Cómo poner un alto al bullying

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNICEF) da algunas pautas para frenar la violencia escolar:

En México, más de 18 millones de alumnos de primaria  y secundaria sufren bullying tanto en escuelas públicas como privadas, según un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Por ello, es importante saber que tal problemática no es exclusiva de algún sector social o género.
Según el portal del Estado de México (portal2.edomex.gob.mx) el bullying  “es una conducta de persecución física o psicológica que realiza el alumno o alumna contra otro, al que elige como víctima de ataques repetidos. Esta acción, sitúa a las víctimas en posiciones de las que difícilmente pueden salir por sus propios medios. La continuidad de estas relaciones provoca en las víctimas efectos claramente negativos: descenso en su autoestima, estado de ansiedad e incluso cuadros depresivos, lo que dificulta su integración en el medio escolar y el desarrollo normal de los aprendizajes”.                       

Recomendaciones
Para para poner fin a la violencia en la escuela, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNICEF) da las siguientes líneas de acción que deben ser implementadas por los estudiantes, el personal de la escuela, los padres de familia y la comunidad:

•    El director de la escuela. El consejero de orientación, los colegas, los estudiantes, los padres de familia y los dirigentes comunitarios deben hablar para llegar a un entendimiento común acerca del problema de la violencia en la escuela. Los docentes por sí solos no pueden impedir la violencia. La comunidad escolar en su conjunto debe reunirse para elaborar de común acuerdo un mensaje firme y claro, según el hostigamiento sexual, el acoso y la intolerancia son inaceptables en el medio escolar.

•    La escuela. Debe preparar un plan de acción en colaboración con todos los involucrados, así como con los profesionales de la atención de salud, las autoridades judiciales y policiales, las empresas y otros grupos comunitarios clave. Los planes de prevención de la violencia elaborados en estrecha consulta y cooperación con otros actores, tienen más probabilidades de obtener buenos resultados que los que son preparados por un grupo de profesionales que actúa solo.

•    La institución escolar. Puede reducir los factores de riesgo, por ejemplo, procurando que el entorno físico esté bien iluminado o transmitiendo a los estudiantes aptitudes para resolver los conflictos de modo no violento. Para lograr que la escuela sea segura, es fundamental limitar las ocasiones en que se propicia la violencia y dotar a los jóvenes de los medios para prevenirla.

•    Discutir. Los estudiantes deben hablar acerca de la violencia escolar con sus compañeros, profesor y el consejero de orientación. ¿Cuáles son las personas afectadas y las consecuencias? ¿A quiénes podrían dirigirse para obtener ayuda? Hacer una lista de organismos para ayudarles a prevenir la violencia escolar y examinar las maneras de ponerse en contacto con ellos.

•    Los alumnos.  Deben involucrarse en el establecimiento de reglas y responsabilidades en el aula. Incluso, pueden redactar un código de conducta. ¿Qué medidas son correctas, cuáles perjudicarían a otros o perturbarían la clase y qué medidas son fundamentales para enseñar y  aprender en un entorno pacífico? Al redactarlo juntos se aclaran los derechos y deberes de todos.

•    Valores. Los estudiantes deben ser motivados positivamente. El hecho de mencionar delante de la clase los buenos resultados obtenidos puede ser particularmente gratificante para  ellos. Asimismo, puede designarse al “grupo que mejor se ha portado” cada semana y mostrar su nombre en una zona visible del aula.

•    Los maestros. Pueden reservar tiempo después de las clases o durante los recreos para examinar la mala conducta (por qué surgió y qué debería hacerse para corregirla); pedir al estudiante que se disculpe; cambiar la disposición de los asientos; enviar notas a los padres o hacer visitas a los hogares; analizar la gravedad de la situación y tomar la decisión de remitir al estudiante a la oficina del director de la escuela, en función de las circunstancias.

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