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Águilas desplumadas y, ahora, mudas

Águilas mudas. Y cómo no, si la presión en Coapa rosa el rojo encendido. Por eso el solitario de un Michel Bauer, presidente amarillo, pensativo. Alejado de todos, ya sin Ordiales, ahora hasta sin Zague a un costado para compartir palabras. Por eso la orden de enmudecer, de intentar hablar en la cancha, de enderezar un rumbo que cada vez parece más perdido.

Los jugadores terminan el entrenamiento. Algunos ensayan el tan errado tiro a puerta. Otros se entretienen sobre un costado de la cancha y juegan tenis — balón. Buscan poner buena cara. Sonríe Vuoso en cada disparo, baila el Rolfi con aire forzado, pero sin duda que el más animoso es el joven Diego Reyes, quien ríe, se tira, manotea…

Por lo demás, Coapa es pueblo fantasma. Un fantasma de frases grandilocuentes y solitarias: “Grande. Muy grande” que suena a clavada ironía. Lo mismo la que reza: “Grandeza es llenar las casas ajenas…”.

Quién recuerda aquello de que “esta playera se defiende con la vida”…

En Coapa se blanden fantasmas sobre fantasmas de ídolos que se fueron. No está más Guillermo Ochoa, menos Pável Pardo. El presente es de un descolorido Benítez, de un apagado Daniel Montenegro.

América se cierra, dicen desde el cuerpo técnico, para mejorar. Para guardarse las palabras y encomendarse a que alcancen las matemáticas. Tena lo plática y plática con cada uno de sus auxiliares…

Y Bauer… Bauer emprenda el camino a la salida, tan mudo como sus desemplumadas Águilas.

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