Desde aquel 27 febrero de 2010, en que Chile sufrió enormes daños por el terremoto de 8.8 grados Richter, el país suramericano ha desarrollado una tecnología antisísmica propia para proteger a todo tipo de construcciones.
Desde esa fecha, hasta el momento, han pasado de 13 a más de 110 las construcciones que cuentan con protección sísmica.
Esa técnica consiste en dos grandes mundos: uno, el aislamiento sísmico, para separar las fundaciones de un edificio sobre la parte superior o superestructura, y el otro tiene que ver con edificios altos, a los que se les colocan dentro de la estructura misma elementos que son capaces de absolver la energía que produce el terremoto.
Los diferentes tipos de aisladores sísmicos y disipadores de energía han sido diseñados por ingenieros chilenos, y pueden reducir hasta la mitad la deformación de las estructuras de las construcciones.
La tecnología desarrollada en la Universidad Católica ha contado con la participación, creatividad, entusiasmo y talento de sus estudiantes, asegurando que esta técnica antisísmica sea viable.