Cuatro meses después de la tragedia de Pedrógão Grande, un nuevo infierno de fuego ha azotado el centro y el norte de Portugal, sembrando el caos con carreteras y ferrocarriles cortados, casas reducidas a cenizas y más de una treintena de víctimas mortales.
El «peor día del año en materia de incendios forestales», según la Autoridad Nacional portuguesa de Protección Civil, no fue en julio o agosto, como cabría esperar, sino este domingo 15 de octubre, en el que se juntaron más de medio millar de fuegos que han tenido efectos devastadores.
Más allá del balance aún provisional de más de una treintena de muertos y medio centenar de heridos, las llamas, que mantienen a más de 4.000 bomberos sobre el terreno, dejaron a su paso escenas de caos, destrucción y pánico.