El papa Francisco tachó de pecado que los inmigrantes y los habitantes de los países que los reciben renuncien a conocerse e integrarse por un miedo que, aunque «legítimo», no debe alimentar el odio y el rechazo entre las partes.
«No es fácil entrar en la cultura que nos es ajena, ponernos en el lugar de personas tan diferentes a nosotros, comprender sus pensamientos y sus experiencias», sostuvo el pontífice en una misa con refugiados celebrada en esta Jornada Mundial de los Inmigrantes.