Ladrillo a ladrillo, los damnificados avanzan en la reconstrucción de sus casas cuatro meses después del terremoto, con el miedo de dejar su vivienda a medias por falta de recursos y la polémica por el supuesto desvío de dinero en el reparto de ayudas.
En la mayoría de pueblos del centro y sur de México, los más afectados por los sismos del 7 y 19 de septiembre pasado, las labores de reparación son evidentes en muchas viviendas por parte de sus propietarios o albañiles contratados para tal fin.
En Jojutla, el municipio más cercano al epicentro del sismo del 19 de septiembre, se mezclan obreros, varillas y cemento con casas con graves grietas y terrenos baldíos y ya despojados de las ruinas que antes fueron hogares.
El paisaje se repite en otros pueblos como Atenango del Río, en Guerrero, o en Joquicingo, en el Estado de México, cuyo centro quedó destrozado por el temblor y, si bien el campanario sigue al borde del colapso, muchos vecinos han dedicado sus ahorros y la ayuda recibida a reparar sus viviendas, a menudo desde cero.
El titular de Bansefi, Virgilio Andrade, reconoció esta semana que hubo errores que ya se remendaron, y negó el desvío asegurando que las repeticiones en el censo de beneficiarios – y las tarjetas con idéntico nombre- se eliminaron antes de que se emitieran los recursos.
Pese a que las condiciones de vida han mejorado para muchos, volver a la normalidad es todavía una epopeya para millones. Y la sensación de desamparo prevalece incluso para autoridades locales.