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Deportados mexicanos, luchas espinadas y la difícil tarea de rehacer una vida

Pese al discurso antiinmigrante, y su férreo deseo de construir un muro a lo largo de toda la frontera, las deportaciones cayeron en 2017, el primer año de Trump en el poder.

Alfredo tiene cortes en brazos y piernas por los alambres de las fincas privadas que tuvo que superar tras cruzar el Río Bravo y adentrarse a E.U., un sueño americano que buscan miles y que a él le duró apenas unas horas, pues fue repatriado a los pocos días.

En la Casa del Migrante del municipio de Reynosa, este mexicano de 35 años recibe hoy atención de la Cruz Roja, mientras evalúa sus próximos movimientos, entre el deseo de volver a probar suerte y la necesidad de descansar tras el trauma.

Historias como la suya se repiten en este albergue que atiende mensualmente a unas 600 personas, en su gran mayoría mexicanos deportados de Estados Unidos, pero también a migrantes, de este país o de otras nacionalidades, que buscan cruzar la frontera.

El delegado regional del Instituto Tamaulipeco para los Migrantes, Ricardo Calderón, señala a Efe que se da asistencia sanitaria y psicológica a los deportados y se les ofrece, nada más cruzar México, un pasaje de autobús a su lugar de origen, que la mayoría aceptan.

«Somos una frontera, y los migrantes son un grupo vulnerable al cual debemos apoyar», remarca.

Persisten los riesgos, persisten los sueños. Y en medio de tanta fragilidad, la petición de Dueñas a Trump resuena alta y clara: «Que se ponga en los zapatos de uno, a ver si siente un poquito lo que siente uno. Pero así es la vida, y ahora solo queda echarle ganas, aquí o donde sea», concluye.

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