Con cuerpos sin identificar, depósitos de cadáveres a rebosar y una lista gigante de desaparecidos, en el norteño estado mexicano de Tamaulipas los familiares buscan sus allegados con la sensación de estar prácticamente solos en una batalla contra el olvido que los consume.
A Geovanni Barrios le secuestraron el hijo en 2008 en Reynosa, y una década después apenas inicia el cotejo de los centenares de cuerpos que llenan los cementerios forenses de este municipio, uno de los más violentos de México.
Su hijo, llamado también Geovanni, fue capturado en un centro comercial por más de 15 personas, entre miembros de la delincuencia organizada, policías de tránsito y otros agentes de seguridad.
«Pidieron un rescate y se perdió la comunicación. Y aunque las investigaciones las lleve la Procuraduría General de la República (PGR, fiscalía), están sobrepasados», denuncia Barrios, presidente de la asociación civil Justicia Tamaulipas.
Según la ONG Data Cívica, de los más de 34 mil desaparecidos registrados oficialmente en el país, 5,862 tuvieron lugar en Tamaulipas, y a 990 se les perdió la pista en Reynosa.
La cifra es mayor y las entidades civiles hablan incluso de 40 mil, incluidos migrantes centroamericanos cuya desaparición jamás fue denunciada. Y este fenómeno va en aumento, advierte Barrios.