Empezar de cero, crear nuevos perfiles en redes sociales, perder el rastro de las pandillas: para miles de migrantes, atravesar la frontera sur mexicana es una oportunidad para empezar una página en blanco en sus vidas.
La ciudad de Tapachula, a escasos kilómetros de Guatemala, es un mosaico en el que se cruzan las vidas de miles de personas que buscan refugio en sus calles o que permanecen en ellas temporalmente antes de seguir su camino hacia Estados Unidos.
Fredy Alonso entró a México por Ciudad Hidalgo, urbe que está separada de la guatemalteca Tecún Umán por el río Suchiate, el cual se puede cruzar fácilmente a pie, cuando el cauce está bajo, o en balsas que cobran un pasaje de poco más de un dólar.
Este guatemalteco se sube la gorra para enseñar la señal azul que destaca en su frente: una marca de las maras por la que ahora -asegura- corre peligro.
«Por eso me vine, porque me querían matar», explica a Efe a las puertas del albergue Belén, que dirige el destacado activista Flor María Rigoni.