Tres cuartos de hora es el tiempo que separa la residencia del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de Bristow (Virginia), donde se ubica uno de los centros destinados a los menores no acompañados que son retenidos en la frontera, algunos separados de sus familias.
Desde la Casa Blanca, en Washington, solo es necesario tomar la interestatal 66 y recorrer 60 kilómetros hasta el enclave, un breve camino flanqueado por la frondosa vegetación característica de Virginia y por las cadenas de comida rápida que se hallan a cada paso en las amplias carreteras de la costa este estadounidense.
Como si de una escena de la serie «Stranger Things» se tratara, un grupo de niños disfruta de un paseo en bici por las calles de una urbanización en esta comunidad virginiana. Allí, un aroma a césped recién cortado llama la atención del olfato desde el otro lado de la carretera.