El olor a heces fecales penetra en mis fosas nasales y me hace toser. Siento que respiro mierda. A unos metros corre lentamente un canal de aguas negras. Está flanqueado por las vías de un tren, rodeado por un terreno árido cubierto de basura: pañales usados, llantas viejas, juguetes polvosos, papel higiénico sucio y desechos de comida pudriéndose. Son las tres de la tarde y los rayos del sol aumentan la pestilencia. Entre los millones de desperdicios, se asoman pequeñas casas de madera y lámina. Afuera de ellas, una mujer y un hombre avientan bultos atiborrados de basura apunto de reventar a una oxidada carreta de fierro, sujetada por medio de cuerdas y cadenas a un caballo con los huesos pegados a la piel. No sé cuánto peso soporta el famélico equino pero la carga supera los dos metros de altura. Ambas personas se trepan a la montaña de desperdicios que jala el animal, lo golpean con una vara y, obediente, comienza su cansado andar hasta perderse entre las calles aledañas.

Este lugar es uno de los basureros improvisados en Los Reyes La Paz, un municipio al oriente del Estado de México, donde diario trabajan cerca de 300 caballos en condiciones deplorables de explotación y maltrato. No es fácil llegar hasta aquí. Para acceder contacté a Elizabeth Soto, una protectora independiente de animales, que se ofreció a darme un recorrido por la zona. El sitio se ubica entre las colonias El Saldo y Ancón de Los Reyes, ahí se ve a otro caballo jalando kilos y kilos de basura, abriéndose paso entre los automovilistas que le avientan el auto para pasar. Es lo común aquí.

Elizabeth me explica que aunque también han contabilizados burros, la mayoría son caballos. La jornada laboral de estos animales empieza a las 9 de la mañana y termina 12 horas después. Muchos llegan diariamente desde el el municipio vecino de Chimalhuacán para trabajar en Los Reyes, pero hay días en los que no prueban alimento y sólo toman agua de los charcos que encuentran en las calles. Mientras más avanzan las horas más peso deben de soportar, luego descargan en algún basurero e inician de nuevo el calvario. Son explotados hasta su muerte.

Para sus dueños son bestias de carga, son instrumentos de trabajo. Por eso los golpean si se niegan a avanzar o peor aún si se resbalan con el pavimento. Muchos están desnutridos y buena parte de ellos presentan heridas visibles en sus patas, muslos, costillas, lomo o cuello. Algunas heridas son causadas por los golpes de sus amos y otras por las caídas constantes que sufren al caminar, ya que sus patas no son aptas para el concreto y sus huesos se rompen. Cuando ya no pueden más y los golpes no los reaniman son abandonados en el punto donde cayeron. A muchos ni siquiera les quitan la carreta. Mueren tirados desangrándose, con una pata rota o con severos cólicos, rodeados de basura, sujetados a un pedazo de lámina vieja. Para sus dueños, sólo es un mal día, mañana conseguirán otra caballo para trabajar.

El último reporte de un caballo muerto abandonado en la zona es de hace dos semanas. Elizabeth llegó al puente de El Saldo que cruza el Canal de la Compañía —a unos metros de donde estamos— y vio cómo unas personas ya lo habían subido a la parte trasera de una camioneta Pick Up para llevárselo. El animal mostraba heridas en varias parte de su cuerpo. Algunas con la sangre coagulada. Había sido abandonado horas antes. Pero ¿a donde lo llevaban? La protectora me dice que los más probable es que lo estuvieran trasladando a un rastro para venderlo. En esos lugares, comenta, el kilo de carne de caballo se la venden a los taqueros hasta en 100 pesos. Ella alcanzó a rescatar su cuerpo.
Para entender mejor este problema, me lo explica de manera económica: el camión de la basura pasa una vez por semana, debido a que el gobierno no invierte en vehículos ni personal de limpieza, por eso los habitantes se ven obligados a pagar entre 5 y 15 pesos para que los recolectores de basura se lleven sus desperdicios en los caballos. Los recolectores ganan unos 500 pesos al día, pero deben pagar 50 a los líderes basureros por la renta del caballo y 70 al gobierno por dejarles tirar los residuos en algún basurero irregular.
Es decir, el gobierno no sólo no invierte para realizar una actividad a la que está obligado, sino que cobra a los que la hacen. Es una mafia en la que ganan casi todos: en menor medida los recolectores que en su mayoría son gente de escasos recursos. Después los líderes que rentan caballos: de acuerdo con Elizabeth, hay algunos que rentan hasta 100 animales al día y ganan más de 100 mil pesos al mes por esa actividad. Y finalmente el gobierno que obtiene ganancias por permitir tirar basura de manera irregular. Los perdedores: los habitantes que pagan por un servicio que debería de ser gratuito y que deben soportar la peste de los basureros y, sobre todo, los caballos que son maltratados todos los días de su vida hasta su último aliento.

Más allá de lo grave que resulta maltratar animales para trabajos forzados, ¿es ilegal esta actividad? Sí, la encargada de vigilar y sancionar este tipo de actividades es la Secretaría de Medio Ambiente del Estado de México, a través de la Procuraduría de Protección al Ambiente de la entidad, una institución que debe hacer valer el Código Para la Biodiversidad del Estado de México que establece que: “Los animales enfermos, heridos, con matadura o desnutridos y las hembras en el periodo próximo al parto, por ningún motivo serán utilizados para tiro o carga y queda igualmente prohibido cabalgar sobre animales que se encuentran en estas condiciones”.
Además la ley indica que ningún animal destinado al tiro o a la carga podrá ser golpeado, fustigado o espoleado con exceso durante el desempeño de su trabajo ni fuera de él y si cae al suelo deberá ser descargado y no golpeado para que se levante. Asimismo está prohibido utilizar caballos para carga en zonas pavimentadas.

Elizabeth inició está actividad formalmente en 2014, motivada porque a los 13 años vio cómo un recolector golpeaba a su caballo desfallecido en la puerta de su casa. Ella trató de ayudar al animal pero su papá le aconsejó no meterse en problemas con los recolectores. Años después desobedeció a su padre y comenzó su labor. En una ocasión tuvo que salir a toda velocidad en un carro porque varios de ellos la comenzaron a perseguir con pistola en mano. “Es una actividad riesgosa pero es necesario que se haga algo para evitar el maltrato a los animales”, me dice.
PUEDES LEER MÁS CONTENIDO COMO ESTE EN VICE EN ESPAÑOL
TE RECOMENDAMOS: