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Santos, fiesta y martillos que explotan: El Carnaval de San Juan de la Vega

Entre rezos, fiesta y comida se llevan a cabo estas celebraciones, pero a este festejo lo acompaña una actividad única: detonar explosivos caseros con martillos.​

En San Juan de la Vega, un pueblo cerca de Celaya, Guanajuato, se organiza cada año un carnaval para celebrar a su santo local. Rezos, fiesta y comida son parte de ésta como de muchas celebraciones. Pero a este festejo lo acompaña una actividad única: detonar explosivos caseros con martillos.

En San Juan de la Vega hay otra decena de santos, pero irónicamente San Juan es de los que no son reconocidos por la iglesia católica, por lo que su historia entra en una tangente de sincretismo que mezcla la religión con el folclor local. Juan de la Vega era un personaje del siglo XVII, una especie de Robin Hood de la zona. Le robaba a los mineros locales para repartirlo entre los pobres, por esto fue santificado de manera popular al momento de su muerte y desde entonces se le celebra año con año.

La fiesta oficialmente comienza un día antes del carnaval, y es en el transcurso de la noche que una caravana de habitantes del pueblo van paseando a San Juanito, para que visite todas las capillas del pueblo. Después de horas de recorrer el pueblo en grupo, ya entrado el amanecer, se hacen algunas interpretaciones de la historia de San Juan para terminar así con el carnaval.

La logística de este evento comienza con anticipo desde varias trincheras. En el pueblo existe el concepto de la mayordomía. Cada año, una familia diferente hospicia a uno de los santos, transformándose en los mayordomos o en la mayordomía del personaje en cuestión y esto implica que si te toca, tienes que preparar tu altar y mucha comida para recibir a cientos de peregrinos durante estos días. Ahí están las personas que preparan y participan en las interpretaciones de la historia de San Juan, los que preparan las flotas, los vestuarios y las coreografías del carnaval, encima de eso literalmente toda la gente de pueblo prepara muchísima comida, posiblemente de lo mejor de toda la fiesta.

Para terminar están los que se preparan para el ya internacionalmente reconocido atractivo visual de esta fiesta, que son los martillazos explosivos o “truenos”, como se les dice en el pueblo y que están sucediendo todo el tiempo, desde días antes, día y noche en un ritmo continuo.

 

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