Baracoa, quinientos años de la esencia de Cuba

"La más hermosa cosa del mundo": así describió la ciudad Cristóbal Colón

Baracoa atesora la esencia más pura de Cuba y mira hacia el futuro apostando por el turismo e intentando aprovechar la tÌmida apertura económica emprendida en el único país comunista de América.

La llamada Ciudad Primada, de las Lluvias, de las Montañas, del Paisaje o de las Aguas se localiza en el extremo oriental de la isla, en la provincia de Guantánamo, a unos mil kilómetros al este de La Habana. Unos 85 mil habitantes viven actualmente en este pequeño paraíso de costa y montaña con frondosos bosques tropicales surcados por ríos de aguas cristalinas y hermosas desembocaduras que cautivaron al mismísimo Cristóbal Colón en su primer viaje a América.

HUELLA ESPAÑOLA Y HERENCIA INDÍGENA

“La más hermosa cosa del mundo”: así describió lo que hoy es Baracoa, Cristóbal Colón al llegar con La Niña y La Santa María, el 27 de noviembre de 1492, a este punto de la mayor de las Antillas. La tercera de las famosas carabelas, La Pinta, se había separado de la comitiva para ir hacia Babeque (Bahamas).

Así, el primer puerto de Cuba que visitó Colón fue la Ensenada de Miel de Baracoa. Debido a la lluvia y las inclemencias del tiempo, el Almirante y sus marinos se quedaron en la zona casi ocho días en los que pudieron recorrer el lugar y adentrarse en las numerosas poblaciones de aborígenes de la zona.

Del paso del navegante por este enclave dan fe las versiones que han llegado hasta nuestro días del primer diario de viaje del Almirante junto a otro destacado testimonio: “La Cruz de la Parra”, la única que se conserva de las 29 cruces que Colón plantó en sus cuatro viajes por América.

Esta cruz quedó clavada en un pequeño enclave llamado Puerto Santo y pasó ignorada casi dos décadas hasta que el español Diego Velázquez “El Adelantado” la encontró cuando llegó al frente de una expedición a Cuba para fundar Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa el 15 de agosto de 1511.

Cinco siglos después, la huella española pervive en Baracoa,  no sólo a través de esta reliquia sino también del sistema para proteger la ciudad de los corsarios y piratas del Caribe: se mantienen casi intactas las fortalezas de Matachín, la Punta o el Castillo, hoy usadas como museo, restaurante y hotel, respectivamente.

Más allá de la arquitectura, por Baracoa “entró la esencia de la criollez y aquí se encuentra la esencia de lo cubano. Entraron los elementos hispánicos de la economía, de la cultura, de la evangelización… Todos esos elementos que nos marcaron indiscutiblemente”, según dijo Alejandro Hartmann, el historiador oficial de la Ciudad Primada de Cuba y un apasionado de su tierra.

“Baracoa es, posiblemente, lo más puro que le queda a Cuba”, opina Zenún Gómez, otro habitante de la Ciudad Primada con una frase que resume la impresión de muchos propios y extraños.

Y en esa pureza seguramente influye la visible herencia de los indígenas que poblaban la isla antes de la llegada de los españoles: Baracoa es de los pocos lugares de Cuba donde aun se encuentran nítidamente en sus habitantes los rasgos de los taínos, el pueblo aborigen que habitó la zona.

El propio nombre de Baracoa es una voz indígena que significa “existencia de mar”. Y de aquellos antiguos pobladores perviven aún técnicas constructivas con maderas y fibras vegetales, el uso de cuencos hechos con la cáscara del coco, bambú o mazorca de cacao, tradiciones gastronómicas como el “casabe”, una especie de torta seca hecha de yuca y las numerosas y antiguas leyendas que encierran cada monte, río o cueva del lugar.

PARAíSO NATURAL

“… Andando por ella fue cosa maravillosa ver las arboledas y frescuras y el agua clarísima y las aves y la amenidad, que dice que le parecía que no quisiera salir de allí”. Como le ocurrió a Cristóbal Colón, lo primero que deslumbra al viajero que llega a Baracoa es su paisaje de costa y montaña alfombrado de vegetación ubérrima y parajes protegidos, muchos declarados Reserva de la Biosfera por su abundancia de flora y fauna endémicas.

La ciudad queda engarzada entre un estrecho litoral y un relieve montañoso donde sobresale la imponente figura de El Yunque, una elevación “alta y cuadrada que parecía isla”, según anotó el Almirante en su diario. Fue declarado Monumento Nacional Histórico Natural en 1979.

Parte del territorio baracoano pertenece al Parque Nacional Alejandro de Humboldt, el área protegida más importante de Cuba que se distribuye en dos de las provincias más orientales del país (Holguín y Guantánamo) y que tiene una extensión de más de 70 mil hectáreas entre parte terrestre (68 mil 430) y marina.

Bosques tropicales, pinares o charrascales se mezclan en un exuberante conjunto vegetal que reúne miles de especies únicas: según datos oficiales, el endemismo en algunas zonas alcanza el 70 por ciento.

Como singularidades, allí se pueden encontrar orquídeas, grandes formaciones de helechos y las elegantes palmas de troncos blancos que definen el perfil de Baracoa, la mayor reserva forestal de Cuba. También habita en la zona el “zunzunito”, el pájaro más pequeño del mundo, la “greta cubana” una mariposa de alas transparentes o las protegidas polimitas, unos caracoles con bellísimas conchas de vivos colores.

En la Ciudad Primada, el agua es una constante: al mar se unen las constantes lluvias que hicieron que Baracoa fuera conocida en el siglo XIX como “El orinal del cuelo” así como los numerosos ríos que surcan su territorio formando hermosas desembocaduras: el Toa, la isla de las Almendras del Yumurí o el Miel son algunos de ellos.

CACAO Y COCO

Baracoa huele a chocolate. Es la capital del cacao en Cuba y aporta el 70 por ciento de la producción nacional. El “Che” Guevara inauguró en 1963, tras el triunfo de la Revolución castrista, la fábrica de chocolate de la ciudad que aún funciona y que él mismo concibió, según los historiadores oficiales.

En torno al chocolate los baracoanos han desarrollado toda una filosofía: “El cacao es la planta que más bondades ofrece a la vida para la vida, tanto en el campo de la alimentación, la medicina, los cosméticos y hasta para hacer el amor placentero”, sentencia Urbano Rodríguez, considerado por sus paisanos el “Rey de los Cacaoteros” y que a sus 78 años derrocha sabidurÌa y apasionamiento por la naturaleza.

Rodríguez recomienda tomar, como él ha hecho durante toda su vida, tres tazas de chocolate diarias (desayuno, al mediodÌa y antes de acostarse) y defiende que el cacao no tiene contraindicación alguna: solo sienta mal si está mal procesado.

En el caso del chocolate baracoano las bondades se acentúan porque es cien por cien ecológico: en los cultivos de la zona solo se usan fertilizantes y abonos orgánicos.

En Baracoa, el chocolate se vende en las clásicas tabletas o bombones pero lo típico del lugar son las bolas de cacao. Se elaboran a base de cacao tostado, secado, descascarillado y molido para hacer una masa aglutinada con un poco de harina.

El coco es el otro producto estrella en la zona. Las plantaciones de coco de Baracoa representan el 85 por ciento del total cubano. La palma de coco, su fruto y sus derivados son omnipresentes: están en la artesanía, las construcciones, las festividades y en la gastronomía.

En esta parte de Cuba, las carreteras están llenas de vendedores de cucuruchos de dulce de coco, el producto más típico de Baracoa: el envase cónico está hecho con hoja (yagua) de la palma real lo que sirve de conservante natural. Y su interior contiene la masa del fruto cocinada y mezclada en unos casos con plátano o con otras frutas.

EL TURISMO, APUESTA DE FUTURO

Este lugar donde el tiempo parece haberse detenido con sus guajiros (campesinos) montados a caballo o manejando carretas tiradas por bueyes no es ajeno a la crisis económica que padece Cuba desde hace décadas y muchos baracoanos se han sumado a la fiebre del trabajo privado, sobre todo para abrir restaurantes y alquilar habitaciones.

Y es que el turismo se perfila como el motor de una zona atractiva no solo por su naturaleza y su historia sino por su cercanía con otros puntos del Caribe como República Dominicana, Bahamas o Jamaica y la posibilidad de convertirse en foco “multidestino”, según el historiador oficial de Baracoa.

“Esas potencialidades se pondrán en marcha en la medida que el país sobrepase los retos que tenemos, las limitaciones, los obstáculos…”, señaló Hartmann en relación a las reformas que impulsa el Gobierno del general Raúl Castro y que suponen una tímida apertura a la iniciativa privada.

De momento, la aventura del “cuentapropismo” (como se llaman en Cuba las modalidades de trabajo privado que permite el régimen) ha llenado el centro de esta pequeña ciudad de paladares (restaurantes no estatales) donde se ofrecen las delicias gastronómicas de la zona.

Y algunos lo hacen con bastante ingenio como el caso de Pablo, de 52 años, antiguo cortador de caña y con vocación de poeta. Así se llama su restaurante (“El Poeta”) que está lleno de sorpresas: Pablo lo mismo improvisa rimas que sirve el curioso “chorrito” mezclando directamente en la boca del cliente un poco de ron con el jugo de una caña de azúcar que él mismo exprime.

En “El Poeta”, el turista come en vajilla cien por cien ecológica a base de cuencos de gira, bambú o mazorcas de cacao y puede experimentar en sus propios brazos el “baile de las polimitas”, que Pablo cría en su restaurante.

Otro de los negocios privados que ha florecido en los últimos tiempos es el arrendamiento de habitaciones en casas particulares, algunas de ellas de un precioso estilo colonial y primorosamente arregladas por sus habitantes.

Según datos oficiales, unas 230 casas particulares en Baracoa están autorizadas para arrendar habitaciones con lo que la oferta privada casi duplica el número camas que ofrecen los cinco hoteles y hostales estatales que hay en la ciudad.

Sin embargo, las guías oficiales de turismo en Cuba todavía no incluyen a este tipo de negocios privados, que los visitantes extranjeros conocen al llegar al lugar o por el “boca a boca” de las redes sociales en internet.

PERSONAJES Y NOSTALGIAS

Para otros baracoanos, la edad no ha sido impedimento para intentar aliviar la escasez económica con el trabajo por cuenta propia: Carmen, descendiente de indígenas, acaba de obtener a sus 79 años una licencia para vender las artesanías y dulces que elabora en su humilde casa de madera situada al borde del mar.

Allí, como una especie de “robinsones”, vive con su marido Rafael, de 89 años, descendiente de españoles y cocotero: a su edad aún trepa a las palmeras con una asombrosa agilidad para cosechar coco.

Al borde de los noventa años Rafael no está jubilado y no le pesa porque le gusta “luchar la vida” aunque admite que en los últimos tiempos Carmen y él viven con un poco más de holgura y pueden ahorrar gracias a los ingresos extra de su mujer.

Y hasta en Baracoa uno se puede topar con la nostalgia de cubanos que hace más de medio siglo emigraron a Estados Unidos tras el triunfo de la Revolución y sueñan con su tierra de origen. Es la historia de Abilio José Legrá que partió con 19 años de Baracoa y que este mes de agosto, 52 años después, ha retornado por primera vez a su tierra durante unos dÌas para visitar a tíos y primos que le quedan en la zona.

A orillas de la desembocadura del Yumurí, Abilio explicó que ha podido visitar plantaciones de cacao que en otra época pertenecieron a su abuelo así como compartir recuerdos con sus familiares baracoanos y conocer “parientes que no sabía ni que tenía”, cuenta este cubano-americano de 70 años.

Según relató, este viaje “emocionante” ha sido posible por las medidas adoptadas por la administración de Barack Obama para suavizar restricciones de los viajes de estadounidenses a Cuba.

Señaló que su gran deseo es “poder poner mi carro en un ferry en Cayo Hueso, venir para acá como se hacía antes y poder regresar de nuevo a Miami sin problemas”.

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