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Cuando uno decide aventurarse a conocer las Islas Galápagos, archipiélago ecuatoriano perdido en medio del océano pacífico y Patrimonio de la Humanidad, lo primero que piensa es en Darwin y las gigantescas tortugas que alcanzan el tamaño de una carriola de bebé, lo que nunca se imagina es que esta experiencia puede tocar el alma hasta transformarla de por vida.
En Galápagos el tiempo se detiene, uno aterriza en la isla de Baltra o San Cristobal para embarcarse y perderse entre las 19 islas y más de 100 islotes que ofrecen experiencias únicas de contacto con la naturaleza. Una buena opción para descubrir cada bondad que posee este paraíso, es a través de los cruceros; existen algunos muy cortos que van de dos a cuatro días, o algunos más prolongados que alcanzan los ocho días de recorrido por las islas.
Los días transcurren conviviendo con especies en la intemperie que de ninguna otra manera podrías tener más cerca, buceando entre tiburones, peces coloridos y rayas gigantes, remando en kayak, practicando senderismo, observando detenidamente a las tortugas más grandes del mundo entre charcos o recostado en la arena blanca de una isla repleta de leones marinos que se acercan a tomar el sol junto a ti haciéndote parte del grupo.
Los paisajes son inmejorables entre aguas transparentes de tonos azules y verdosos, bosques tropicales, formaciones volcánicas que construyen precipicios, tranquilas bahías de arena suave y altísimos acantilados donde el mar golpea con fuerza.
Cada una de las islas, La Isabela, La Española, San Cristobal, Floreana y Santa Cruz, entre muchas otras, tiene un carácter particular y ofrece experiencias que ponen a prueba la capacidad de asombro, cuando crees haberlo visto todo, un abrir y cerrar de ojos de vuelve a dejar con la boca abierta.
Dormir:
Lo ideal es pasar tu viaje a bordo de una embarcación con guías especializados, itinerarios alrededor de islas y con camarotes cómodos. www.galapagostour.org
Comer:
No dejes de probar una fresca langosta y el café Bourbon antiguo, una variedad arábiga que se cultiva desde finales del siglo XIX ahí mismo.
No olvides…. Ser un turista responsable y cuidar este pedazo de tierra tan bien conservado, los 100 dólares que pagues por tu entrada al parque, te harán recordar esta responsabilidad.