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Factores genéticos y tóxico-ambientales influyen en mal de Parkinson

El riesgo de desarrollar este mal aumenta tras estar en contacto con insecticidas, herbicidas y pesticidas, como la rotenona o el paraquat.

Aunque todavía se desconoce la causa de la mayoría de los casos de la enfermedad de Parkinson, existen evidencias de que influyen factores genéticos y tóxico-ambientales, afirmó el investigador José Bargas Díaz.

El académico del Instituto de Fisología Celular (IFC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) explicó que lo anterior se deduce luego de haberse detectado que el riesgo de desarrollar este mal aumenta tras estar en contacto con insecticidas, herbicidas y pesticidas, como la rotenona o el paraquat.

En el marco del Día Mundial del Parkinson, recordó que esta enfermedad inicia con movimientos involuntarios en una de las extremidades, casi siempre de manera asimétrica, sin embargo los síntomas motores aparecen cuando han muerto alrededor de 30 o 40 por ciento de las neuronas dopaminérgicas del cerebro (mesencéfalo).

Después suelen observarse signos bilaterales; dificultad para iniciar, realizar o terminar los movimientos (acinesia, bradicinesia), y rigidez muscular potencialmente incapacitante (se pierden hasta los gestos de la cara), aunada a dificultades para mantener y ajustar la postura.

En su etapa más avanzada, el afectado adquiere posturas cada vez más incómodas y es propenso a caerse, y finalmente los pacientes de la tercera edad que permanecen inmóviles o acostados por mucho tiempo adquieren neumonías e infecciones.

Según la teoría del patólogo Braak, en la enfermedad de Parkinson hay signos que anteceden a los motores, como constipación, depresión y alteraciones del sueño (gritan al despertarse o hablan dormidos).

Ello se debe a que la degeneración no sólo se da en las neuronas dopaminérgicas, sino en otras que involucran el tallo cerebral e incluso la corteza, lo que ha sido corroborado por neurólogos mexicanos especializados en trastornos del movimiento.

Con el tratamiento se intenta suplir la dopamina faltante, ya sea con fármacos que la reemplacen o con su precursor, la L-DOPA; pero luego ocasiona más problemas, como las discinesias (movimientos anormales e involuntarios) que, en promedio, aparecen en la mitad de los individuos que reciben esta atención después de seis años.

No se necesita haber consumido medicamentos contra esta enfermedad para tener los síntomas, pues se ha observado el también llamado “crack dance” en adictos a drogas que aumentan los niveles de dopamina cerebral.

“Es importante que la gente sepa que aunque los neurólogos generales reciben actualización constante, los hiperespecializados en trastornos del movimiento y el mal de Parkinson saben aplicar estrategias para que las complicaciones aparezcan tardíamente y desarrollar protocolos clínicos de investigación con fármacos y procedimientos de reciente aparición”, indicó.

Por ejemplo, si la enfermedad es realmente incapacitante y el paciente cumple con ciertos criterios, hay procedimientos quirúrgicos ya disponibles en nuestro sistema de salud, concluyó.

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