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Clavadistas de Acapulco, una tradición familiar que engancha a los turistas

Cuando era más pequeña, Jimena veía a su padre y su hermano saltando de la Quebrada, el emblemático acantilado de Acapulco, y se preguntaba qué sentirían; ahora sabe que esos segundos que pasan entre que los pies abandonan la roca y llegan al agua dan la sensación de estar «volando».

Jimena Álvarez, de 13 años, pertenece a la tercera generación de clavadistas de su familia. Como ella, varios niños y adolescentes de Acapulco, en el mexicano estado de Guerrero, perpetúan una tradición de más de 80 años y que a su vez es uno de los atractivos turísticos de esa ciudad de la costa del Pacífico.

La primera vez que Jimena se lanzó al agua fue aprovechando un descuido de su hermano mayor, quien le prohibía que saltara porque se podía «lastimar».

Ya con diez años, comenzó a ir los fines de semana a las prácticas en las que dos entrenadores ayudan a los chicos para que se inicien en los clavados.

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