Aunque suelen ser confundidas por ser muy similares, el vitiligo y el mal del pinto son enfermedades diferentes.
Ambas consisten en la pérdida progresiva del color de la piel, por la desaparición de los melanocitos, células cuya principal función es producir melanina para proteger a la piel contra los rayos solares.
Comúnmente son llamadas por igual; sin embargo, el verdadero mal del pinto es un enfermedad la cual se ha buscado su erradicación desde hace algunos años en México.
La enfermedad es transmitida directamente o por contacto no-sexual y tiene tres etapas progresivas, las que son caracterizadas por distintas lesiones de la piel y despigmentación en ella.
Es trasmitible si se está en contacto repetidamente con la piel del herido y es curable a través de inyecciones intravenosas de penicilina.
De acuerdo a la dermatología, el mal del pinto es como una infección similar a la sífilis con manchas acrómicas y se desconoce el origen de su aparición.
Vitiligo
A diferencia del mal del pinto esta enfermedad es más común en las personas de lo que creen. Se trata de una enfermedad adquirida, crónica o de carácter autoinmune cuya característica principal es la aparición de manchas blancas en la piel.
Al igual que el mal del pinto hay una pérdida importante de melanocitos que dejan cicatricez blancas a causa de la ausencia de pigmento en la piel.
La diferencia es que esta enfermedad en su mayoría es aparece por cuestiones hereditarias (40%), para que el vitiligo surja se necesita tener antecedentes genéticos y un factor desencadenante.
El tratamiento para esta enfermedad consta de cremas tópicas de corticosteroides (betametasona, clobetasol) o inhibidores de la calcineurina (tacrolimus, pimecrolimus), los cuales pueden repigmentar partes del cuerpo.
El vitiligo comienza a aparecer en su mayoría antes de los 20 años; sin embargo, las manchas suelen ser pronunciadas en la edad adulta. Si se trata en la infancia se puede repigmentar la piel con gran éxito.
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