10 poemas en honor al futbol


El futbol es un gran tema para hacer poesía aunque no muchos escritores le han prestado atención. En cuanto a autores de habla hispana, el recientemente fallecido Eduardo Galeano es uno de ellos. Además de haber escrito libros como “El futbol a sol y sombra” y “Su majestad, el futbol”, escribió un poema llamado El hincha.

Otro caso es el de Rafael Alberti, que en la década del 20, le dedicó un poema al entonces portero del Barcelona Franz Platko, “el gran oso rubio de Hungría”.

El uruguayo Mario Benedetti, que escribió cuentos como El Césped o Puntero Izquierdo, también escribió un poema inspirado en el futbol aunque sin mencionarlo, cuando publicó la obra Hoy tu tiempo es real dedicada a Diego Armando Maradona.

Hablando de Maradona, el argentino Osvaldo Picardo también escribió un poema inspirado en “El Diego”, cuando publicó La mano de Dios.

Otros poetas le escribieron al futbol aunque no a jugadores en particular sino a elementos más generales, como Luis García Montero con su poema Domingos por la tarde o Ramón Cote y sus Futbolistas en la playa.

En Perú, el poeta Carlos Germán Belli es un buen aficionado al futbol y escribió obras como Estadio Vaticano y El guardameta.

A continuación recopilamos 10 poemas de autores de habla hispana sobre futbol. Incluimos el “Poema al futbol” de Quique Wolff, que si bien no es escritor ni mucho menos, su aporte conmueve a los futboleros.

Platko (Rafael Alberti)

PLATKO

Santander, 20 de mayo de 1928

Nadie se olvida, Platko,

no, nadie, nadie, nadie,

oso rubio de Hungría.

 

Ni el mar,

que frente a ti saltaba sin poder defenderte.

Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más regía.

Ni el mar, ni el viento, Platko,

rubio Platko de sangre,

guardameta en el polvo,

pararrayos.

 

No, nadie, nadie, nadie.

 

Camisetas azules y blancas, sobre el aire,

camisetas reales,

contrarias, contra ti, volando y arrastrándote,

Platko, Platko lejano,

rubio Platko üonchado,

tigre ardiendo en la yerba de otro pals. ¡Tú, llave,

Platko, tú, llave rota,

llave áurea caída ante el pórtico áureo!

 

No, nadie, nadie, nadie,

nadie se olvida, Platko.

 

Volvió su espalda el cielo.

Camisetas azules y granas flamearon,

apagadas, sin viento.

 

El mar, vueltos los ojos,

se tumbó y nada dijo.

Sangrando en los ojales,

sangrando por ri, Platko,

por tu sangre de Hungría,

sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu saldo,

temieron las insignias.

 

No, nadie, Platko, nadie,

nadie, nadie se olvida.

 

Fue la vuelta del mar.

Fueron

diez rápidas banderas

incendiadas, sin freno.

Fue la vuelta del viento.

La vuelta ú. corazón de la esperanza.

Fue la vuelta.

 

Azul heroico y gnana,

mandó el aire en las venas.

Alas, alas celestes y blancas, rotas alas,

combatidas, sin plumas, encalaron la yerba.

Y el aire tuvo piernas,

tronco, brazos, cabeza.

Domingos por la tarde (Luis García Montero)

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Domingos por la tarde

 

A veces las infancias escapan de sí mismas

y corren por la lluvia mismas como en fuera de juego

sin oír las sirenas de los árbitros

 

es verdad que son mares en un vaso de agua,

pero hay olasque tienen esas espumas

de las alineaciones,

paraísos que aguardan los despachos

del minuto último

o días que amanecen

con la tranquilidad de un tres a cero,

de un cinco a cero en punto de la tarde.

 

Por lo demás también hay labios

en el extremo izquiero del domingo,

lesiones en las dudas del mañana

pasados que regresan

igual que una llamada de teléfono.

– ¿Y lo de ayer? Sonríe la memoria

cuando parece amiga del equipo contrario.

 

Las verdades del área

son rectas de dudosa geometría,

como ardientes amores de ficción

en manos de un penalti.

Por eso saben mucho

de la felicidad y la belleza.

 

No conviene que demos a estas cosas

un valor excesivo.

Son noventa minutos en un vaso de agua.

Pero a mí me han quitado muchas veces la sed.

 

Futbolistas en la playa (Ramón Cote)

A mi hiia Alejandra

 

A esa hora final de la tarde

una docena de jóvenes jugaban

 

un partido de fútbol frente a la playa del hotel.

Mientras el sol se hundía cada vez más

 

en el mar, sobre la orilla corrían

a toda velocidad persiguiendo a gritos

 

el balón y levantando entre sus pies descalzos

una multitud de nubes de arena teñidas,

 

traspasadas por una luz completamente roja,

como si toda la playa ardiera bajo sus plantas,

 

como si se hubiera declarado un incendio

en medio de esta orilla al sur del Caribe.

 

Los jugadores, desfiguradas sus sombras sobre las dunas,

ignoraban que en ese mismo instante

 

mi hija menor y yo los mirábamos desde una terraza,

siendo testigos de esa tarde irrepetible.

 

Cuando vimos entre las brasas, entre los últimos rayos

de luz rasante de ese atardecer, en la arena

 

de fuego fugaz, el momento en el que esta parte del mundo

se convirtió en un lugar habitado

 

por una docena de dioses que nos señalaban

que aquì en la tierra también era posible hallar el paraìso

Fin del tiempo reglamentario (Mario Cuenca)

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No es ese primer plano

de un hombre que se asfixia

No su boca de pez mordiendo el aire

esa fruta vacía

en que confluyen todas las miradas

como luciérnagas

No se trata de eso

No el modo en que su cuerpo se desploma

como una marioneta con las cuerdas ardiendo

tras sostener

un demasiado breve teatro de equilibrios

sobre el agua común

del terror y el asombro

No se llame ilegítima la piedad que despierta

(La piedad es un viaje al fondo de lo humano)

No sea nadie ingenuo

Porque siempre hay un palmo de terreno

donde podrá la muerte masticar los segundos

mientras, discurra el tiempo de partido

(La muerte es un antílope

El terreno de juego igualmente es su hábitat)

No el sonido del cuerPo que termina

cuando golpea al fondo de este mundo

(Ese ruido de tubos Y bidones)

No la mueca de horror (lejana) de su amante

(Laoconte al otro extremo del planeta)

No se trata de eso

 

Es el silencio

 

No se parece a nada de este mundo

el siiencio delante de las cámaras

 

De Guerra después del sueño’ La Gurúa’ Barcelona 2008

La mano de Dios (Osvaldo Picardo)

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Diestro aquel en volver con diestra planta la pelota que huye, compensando con los pies el oficio de las manos…”

Astronomicon

de Manilio Antíoco.(circa s.I d.C)

 

 

La pelota escapa con la poca elegancia

de una cabeza decapitada; rompe

con leyes de quietud y buenos modales. 

Pudiera ser un domingo, por la tarde

con calles vacías y silencio de pájaros.

Pudiera ser en cualquier parte,

en cualquier tiempo, efeméride patria

y/o circo romano.

                                 Pe ro sólo fue

en un lugar y un momento. La cosa es

que el salto está todavía en el aire,

en el extremo exahusto de un músculo

contraido por una guerra y una derrota.

En el sexto minuto nació,

de un empatado segundo tiempo.

 

Y en la ovación callada, Maradona

por encima del Inglés se eleva. 

 

Después fue otro día, apenas salió el sol

y se habló de la trampa y hasta de dios. 

El Futbol (Roberto Jorge Santoro)

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El fútbol

 

Bailarín
con un pie mareador
silbador
quien lo ve
toca de a poco
en caricia
le pone al cuerpo ballet
levanta el balón
lo empuja
lo resbala
lo mima con una gana
lo enrolla con otro pie
le da una vuelta
en el aire
de taco
que ni se ve
la vuelve
le cae al pecho
que para
cae
resbala
su pierna
de forma rara
la hace morir en el pie
que la pisa
si dormida por el suelo
la toca
y levanta vuelo
la pelota y el ballet
que en avance
con un pique
le dice que se le achique
la guarda
que en el zapato
del otro que ni la ven
se da vuelta
y no la tiene
está saltando
en el aire
le dice con la cabeza
que va el otro
que la deja
que la espera en otro pie.

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