Lo que no tiene nombre es la obra más reciente de la colombiana Piedad Bonnett, licenciada en Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes (Bogotá).
En ella, la artista describe el suceso más trascendental y desgarrador de su vida: el suicidio de su hijo Daniel, quien sufría de esquizofrenia. Para cualquiera que haya probado los sinsabores de la muerte y la locura –¿y quién no?– es inevitable sentir cercanas las líneas de Bonnett de una manera especial. Un libro que estará en la próxima Feria Internacional del Libro de Guadalajara y que seguro encontrará muchos adeptos, porque en cualquier lugar del mundo siempre habrá alguien que se sienta identificado con las heridas que se abren por estas tragedias.
¿Qué cree que viene después de la muerte para el que se va y nos deja?
— Lo único que creo es que la muerte, al arrasar con la materia, desintegra el yo, que es finalmente lo que nos hace únicos, irreemplazables. Creo, con Borges, que salimos de la nada y volvemos a la nada. O al todo. Dos nombres para el dios panteísta que yo concibo. Y en esa consustanciación con el todo debe haber mucha paz.
¿Qué encierra más miedo, la muerte o la locura?
— Para mí, la locura, porque no sólo nos aleja del mundo y de los demás sino de nosotros mismos, de aquel que siempre sentimos que éramos.
Lo que no tiene nombre habla de Daniel desde un corazón de madre, que además es el de una poeta. Desligándose de eso, si se puede, ¿cree que más allá de las líneas del libro queda algo pendiente por lo que pedir perdón o perdonar a su hijo?
— Afortunadamente no, y soy sincera. Si me equivoqué en algo fue sin querer. Y en cuanto a su decisión, la encuentro legítima y respetable.
En sus páginas hace referencia a las rutinas, a lo “normal”, al éxito, al fracaso y al estrés, entre otros ¿No cree que están más enfermos los que se adaptan tan fácilmente a esa “cotidianidad ruda” en la que pasa de todo sin que al final pase nada?
— Esas “normalidades”, impuestas desde afuera, que adquieren la cara de la costumbre, son paradójicas, armas de doble filo: sirven de apoyo a esa necesidad de sentido que nos exige el día a día, pero a menudo son una especie de tumba donde anidan el tedio y la falta de vida. Pero además creo que, mientras más pobre es una sociedad, espiritualmente hablando, más cerrada es su concepción de normalidad. Lo cual no quiere decir que la enfermedad mental, la que lleva al desvarío o al deseo suicida, no sea tremendamente dolorosa.
¿Puede la pesadilla de la vida volver a ser sueño a través del arte (pintura, música, escritura)?
— El arte tiene la capacidad de transmutar el dolor y el horror en lenguaje simbólico, de convertir en universal la experiencia personal. El sueño del artista consiste en que la brecha entre lo que quiere hacer y lo que hace sea mínima.
¿Por qué, a pesar de que ocurre todos los días, sentimos la muerte tan extraña, tan dolorosa, tan difícil de asimilar si al que le llega es a alguien a quien amamos?
— Porque la muerte es en esencia misteriosa. ¿Cómo explicarse que un ser único, lleno de pensamientos y sentimientos y rasgos particulares desaparezca y no tenga reemplazo?
¿Cree que algún día la partida de Daniel va a dejar de dolerle?
— No lo sé. Una experiencia similar no la he tenido nunca.
Usted menciona lo costoso de los tratamientos para una enfermedad mental, eso para quienes cuentan con los medios de pagar las consultas privadas ¿Piensa que el tema de la salud mental es una bomba de tiempo a la que las autoridades del caso, en este “país de incertidumbres”, no le prestan la atención necesaria?
— No puede considerarse una bomba de tiempo porque sólo puede producir estallido social aquel desacuerdo del que se tiene conciencia. Y por desgracia casi todas nuestras sociedades –en Latinoamérica– desconocen o miran con indiferencia la enfermedad mental.
A pesar de lo doloroso, ¿por qué para usted la opción de Daniel fue legítima?
— Porque su dolor no encontró otra salida, y eso puedo no desearlo pero sí comprenderlo.
¿Cuáles son sus expectativas para la próxima feria del libro en Guadalajara?
— Multiplicar mis lectores en México.