La familia lo acercó a los tesoros mexicanos depositados en museos; su maestro de buceo le dijo que encontró huesos de mamut y, después de entrar al grupo de boy scouts, supo que quería combinar la aventura con la ciencia.
Así comenzó la trayectoria de Guillermo de Anda Alanís, arqueólogo subacuático mexicano que se convirtió en el primero en ser reconocido como explorador de National Geographic desde 2010.
Recuerda que recibió un correo electrónico en el que le avisaron de la distinción y pensó que se trataba de un mensaje de spam porque hasta le ofrecían apoyo económico para investigación, lo cual es el principal desafío de todo investigador.
Ser explorador de National Geographic significó, además del privilegio de ser parte del equipo a nivel internacional, recibir un premio económico inicial de 10 mil dólares, además de ser beneficiario de fondos para investigación.
Desde los 13 años ya sabía que quería ser explorador. Admiraba al investigador del mar Jacques Cousteau y era un consumidor de documentales de la revista National Geographic; su abuelo tenía la colección.
Cuando llegó el tiempo de tomar una decisión sobre su carrera, decidió ser buzo profesional y arqueólogo. Pensó, como muchos que no tendría que estudiar matemáticas ni física. Qué equivocado estaba, dice.
Sus descubrimientos
Unos 25 años de trabajo en equipo con los exploradores Jim Coke, Bill Philips, Roby Schmitner, Franco Atolini además de los mexicanos Alex Álvarez y Daniel Riordan, derivaron en el descubrimiento de 14 osamentas humanas del hombre precerámico, de cuando menos 10 mil años de antigüedad.
En 2001, De Anda encontró los sitios mencionados en las crónicas históricas del siglo 16 sobre los sacrificios.
Halló 14 de los cenotes referidos en los registros. El análisis de los huesos del cenote sagrado permitió descubrir las marcas de actividades de manipulación ritual del cuerpo en el momento de la muerte, tales como desarticulación, exposición al fuego o desollamientos.
En 2006 Fue hallado un templo en una cueva con una ofrenda en la cueva Tahdzibichen.
Un año después, realizó el hallazgo, en la península de Yucatán, de cinco cráneos de osos prehistóricos, parientes del actual oso de anteojos que vive en Venezuela o Perú. Era común encontrar fauna extinta pero no había referencia de osos ni vivos ni muertos.