El Presidente de la República presentó su iniciativa de reforma energética. Propone que se regrese al texto constitucional de la época de Lázaro Cárdenas que permitía la participación de empresas privadas en el rubro energético. Para muchos fue una sorpresa, que debemos reconocer hábil, al presentar la iniciativa con este argumento y figura nacional que es justo la que las izquierdas en México usan para oponerse a la propuesta del Ejecutivo.
Veo dos grandes problemas con la iniciativa. El primero es la corrupción existente en Pemex, temo con fundamento que si no hay primero una limpieza y transparencia, dichos contratos no sean otorgados de acuerdo a la ley (en caso de ser aprobada).
El segundo y más importante es que me parece un tremendo retroceso el utilizar un texto constitucional del siglo XX, pues el contexto de aquel entonces era muy distinto al que vivimos ahora. No porque provenga de Lázaro Cárdenas significa automáticamente que esté bien.
Me parece que el enfoque de la iniciativa está equivocado. La reforma debería pensar en las energías del siglo XXI, nuestro contexto y momento.
La mención de energías renovables y sustentables es escueta. Se habla de invertir en el desarrollo de estas, pero como si fuera un extra. Ésa es la gran equivocación, debería enfocarse en estas energías pensando a largo plazo, pues son éstas de las que dependeremos cuando el “oro negro” se nos termine. El desarrollo de estas energías del siglo XXI es incipiente en México, se requiere más inversión y tiempo, se puede hacer y hacia allá deberíamos voltear todos.
No me lo tomen a mal, pero Pemex está destinado a morir como lo conocemos, la cuestión no es su supuesta privatización. El interés de México deben ser las otras fuentes de energía y ni el Gobierno ni los partidos están volteando hacia ellas.
