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“Aquí los niños de diez años matan por un dólar”, aseguran. No se trata de Tepito ni Iztapalapa, sino de las Villas argentinas de Buenos Aires.
Julio Arrieta es el de la voz, llegó a Villa 21 de joven, en 1973, acompañado de su madre, como muchos, por ser su último recurso. Nacientes como colonias de emergencia, el Gobierno argentino permitió los asentamientos irregulares de la capital. Dando pie a zonas marginales, equiparables a las temibles favelas brasileñas.
En estos barrios, donde los hombres difícilmente llegan a viejos y 70% de los niños dejan la escuela antes de los 11 años de edad, de acuerdo a estadísticas oficiales, no existe otra ley que la de los villeros. La policía no entra a menos de que sea estrictamente necesario.
Con todo, las villas de emergencia son la opción para, aproximadamente, 140 mil personas –la mayoría de ellas de origen paraguayo, boliviano y en menor proporción argentino–. “Somos una especie de Mercosur”, asegura el líder.
Arrieta se ha hecho padre y abuelo en Villa 21, y asegura que no piensa marcharse.
Peronista activo en su juventud, Arrieta y su grupo de villeros apuestan por la transformación de las villas a través de la cultura: “En donde no hay cultura existe el resentimiento”.
“En el mundo hay gente con una intelectualidad que en la villa no hay, pero es más ladrona y más asesina que uno de nosotros”, agrega.
Arrieta ha colaborado en 20 largometrajes, en los mismos en los que ha capacitado y organizado a cientos de villeros para participar como extras y actores.