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La estaca, una receta que aún se usa con los muertos en Rumania

Nada como las viejas recetas para conjurar a los strigoi, como los llaman los rumanos. Y en Oltenia, cuna del Conde Drácula y de su leyenda, están convencidos de su eficacia.
 
Un reciente artículo del diario rumano Evenimentul Zilei, retrata los atavismos de los habitantes de Amarastii de Sus, un pueblo pequeño y de apariencia tranquila pero ubicado en la planicie que detenta el récord de estas prácticas.
 
“Yo no fui jamás acechada por los muertos porque les perforé el corazón a todos, y está bien así”, dijo por ejemplo Dumitra, de 71 años (foto relacionada). Para esa faena, la mujer recurrió al auxilio de “intermediarios” más acostumbrados y con más sangre fría que ella.
 
Al parecer, los difuntos de la región de Oltenia no se conforman con ser llorados durante 40 días y con el vaso de agua o de vino que las familias les dejan en el alféizar de la ventana. Es entonces cuando el espíritu sale de la tumba y vuelve para atormentar a sus parientes.
 
El daño que pueden causar al pueblo estas ánimas sin reposo es enorme, según cuentan los vecinos. La leche de las vacas, el vigor de los hombres y hasta la sangre de sus allegados, todo será “chupado” por estos muertos vivos.

La trasmutación del difunto en strigoi tiene lugar durante las seis semanas que siguen a su entierro. Es el límite de tiempo que hay para clavarle la pica en el corazón. Después será demasiado tarde y el castigo vendrá también en forma de granizo o sequía, otra maldición que se atribuye a los vampiros. 

Pasada la cuarentena, si no hay noticias del muerto, la familia puede descansar tranquila. Caso contrario, si un pariente escucha la voz del muerto llamándolo, los oltenienses recomiendan fuertemente no responder. El incauto que no siga esta norma, quedará mudo, como mínimo. 

OTRAS ESTRATEGIAS PARA DISUADIR

Otra estratagema para evitar el regreso del muerto es colocarle en el pecho una bolsita de tela con semillas de amapola para que, ocupado en la complicada tarea de contarlas, no le venga la idea de volver a casa. Un método más drástico es el de ponerles clavos en los talones para impedirles caminar… Eso siempre que no se haya apelado a la infalible estaca en el corazón.
 
Son supersticiones que en esta región de Rumania la gente toma muy en serio pero que para otros constituyen material para guiones de cine o bien para estudios sociológicos. Como para Ioana Popescu, directora de investigación del Museo del Campesino Rumano de Bucarest, quien dijo: “No se puede juzgar con mentalidad moderna una práctica tradicional, creada en un momento dado por una mentalidad colectiva”.
 
Aún asi, llama la atención la persistencia de estas concepciones. Prueba de que, aún en en tiempos en que impactantes avances científicos y técnicos dominan la cotidianeidad y modelan las costumbres, la mente humana reserva aún un espacio para responder con magia a lo todavía desconocido.

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