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Un atajo para el empoderamiento

Una generación de jóvenes mujeres están descubriendo una nueva forma de estar en onda sin necesidad de usar ninguna sustancia ilícita. En cambio, todo lo que necesitan es un buen par de tijeras y cierto arrojo

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“Desde que me rapé la cabeza, realmente me renové”, comentó Alana Derksen, de 22 años, quien vive en Toronto, y cuyo corte al rape atrae frecuentemente comentarios de admiración de sus más de 21 mil seguidores en Instagram. “Me ha dado una confianza que nunca tuve”.

Derksen había querido raparse desde hace años, pero se había abstenido por temor a cómo reaccionaría su familia “conservadora”. Luego, ya tarde una noche, en el verano, durante un tenso viaje a su casa, finalmente cedió al impulso y se cortó el cabello en el baño de la casa de sus padres, y usó una rasuradora Bic para terminar el trabajo.

Ahora, dijo, está tan acostumbrada a su cabeza calva, la que conserva con unas tijeras eléctricas, que tiene pesadillas de que le vuelve a crecer el cabello. Hasta sus padres ya están de acuerdo con su peinado esquilado.

“Al principio, pensaron que algo andaba mal conmigo”, contó. “Ahora, les encanta”.
Sin importar la aprobación parental, parece que son cada vez más las mujeres que están tomando las tijeras para hacer una declaración sartorial, o de otra forma.

“Definitivamente, he notado esta tendencia en las calles últimamente”, dijo Andrea Donoghue, la dueña de Laurel, un estudio privado en East Village, en la Ciudad de Nueva York. “Yo creo que se está filtrando hacia abajo de lo que está pasando en la moda a últimas fechas”.

Las modelos como Ruth Bell, cuya carrera despegó después de raparse para una campaña de Alexander McQueen el año pasado, han ayudado a popularizar el estilo. La alta moda siempre ha apreciado una cabeza rapada, pero, en esta ocasión, hasta las marcas de las tiendas de centro comercial, como Zara y Forever 21, abrazaron a Bell.

“Una clienta mía vino recientemente con una fotografía de Ruth de la campaña de Zara”, recordó Donoghue.

“Antes, era más punk”, comentó Tamy Glauser, de 31 años, quien se rapa la cabeza desde hace 10 años, antes de tener una carrera como modelo. “Ahora, la gente empieza a pensar que quizá una cabeza rapada es realmente chic y elegante. Que no es sólo para los cabezas rapadas”.

Glauser ha recorrido la pasarela para Louis Vuitton en las últimas cinco temporadas, y reconoce que fue el sello de aprobación del diseñador Nicolas Ghesquière, lo que ayudó a cambiar la perspectiva del sector de la moda sobre las mujeres calvas.

La moda siempre ha tenido una relación simbiótica (algunos podrían decir que parásita) con la subcultura. Así es que si bien es cierto que el rape es más visible que nunca ante la comunidad de la moda, es innegable que la tendencia está enraizada en las calles.

Por ejemplo, en el número más reciente de Futurewise de i-D, en una de sus cuatro portadas presenta rapada a la modelo Lina Hoss, pero en las páginas interiores, que se conocieron como un retrato mundial de la juventud, la opinión y el estilo en el 2016, se pueden detectar muchísimas más adolescentes rapadas que la revista encontró en las calles.

“La individualidad y la androginia no son, de seguro, algo nuevo en la moda, pero la tendencia ha vuelto debido a una conversación de género más general”, comentó Alastair McKimm, el director de moda de i-D.

A medida que nace la conciencia sobre la comunidad transgénero en Estados Unidos y que el idioma inglés forcejea con nuevos pronombres de género, los milénicos (a veces llamados la generación sin género) le están dando mucha mayor importancia a expresar su identidad por medio de la ropa, el maquillaje y, sí, el cabello.

“Una chica con la cabeza rapada es como Jaden Smith que usa falda”, dijo Glauser, refiriéndose al hijo de Will Smith, que ha desafiado públicamente las normas del género por medio de la moda. Glauser dice que es frecuente que la gente haga suposiciones sobre la preferencia sexual basada en las apariencias, “pero ninguna de las dos tiene que ver una con la otra”.

“Yo creo que es bueno para la sociedad ver a la gente que va en contra de la forma en la que se supone que debemos vestirnos por nuestro sexo y nuestra orientación, según nos han enseñado a todos”, dijo. “Te das cuenta de que no hay ni bien ni mal”.

Hasta para las mujeres que toman las tijeras por razones que no están relacionadas para nada, la experiencia puede dar lugar a la comprensión de las normas del género.

“La primera vez fue una decisión impulsiva”, dijo Mackenzie Jones, de 20 años, quien ha estado rapada desde que tenía 15 años, cuando un rompimiento desastroso inspiró ese acto. “Pero ahora, cuando veo eso en retrospectiva, creo que lo hice, sin saberlo en ese momento, como el acto de rechazo de la mirada masculina, por antonomasia”.

Además de la conveniencia obvia y el atractivo estético, dijo Jones, se ha apegado al estilo esquilado porque, particularmente, cuando era más chica ayudaba a filtrar a los posibles pretendientes que “no estaban a mi nivel”. A bastantes tipos, agrega, les gusta el aspecto.

Vestirse para una misma y no para el amante ha sido un tema en la moda que ya lleva varias temporadas, con el surgimiento del athleisure y el aumento en la importancia que se le da a la comodidad personal. Como era de esperar, esos valores se han propagado de nuestra ropa a nuestro cabello.

“Las mujeres se están alejando de esa vibra prolongada, bastante bohemia, que estaba ocurriendo por mucho tiempo y están empezando a arriesgarse más”, dijo Donoghue. “No tienen miedo a no verse bonitas”.

Antes de jugársela, Donoghue recomienda a las rapadas primerizas que vayan a un salón de belleza y pidan una opinión profesional. “Algunas formas de cabeza son mejores para el estilo que otras”, notó.

Para quienes tienen una forma de cabeza poco afortunada, también hay esperanza: Donoghue dijo que existen ligeras variaciones en el corte, como “un fundido suave” en el que el cabello “abraza a la nuca y a la línea del cabello un poco más cerca y luego, gradualmente, se funde en una forma redonda”, lo que tiende a ser más halagador.

Con la cabeza plana o no, para lo que Donoghue no puede preparar a sus clientes es para el sentimiento de exposición que sigue, y de liberación.

“Muchas mujeres están muy apegadas a su cabello”, dijo Jones. “Cuando yo tuve una mala relación, mi cabello era como esta máscara. Una vez que ya no queda nada, ya no te queda nada que cambiar. Tienes que verte a la cara y lidiar con ello. Es realmente transformador”.

Razón por la cual, sin importar cuánto se vuelva parte de la corriente dominante, raparse siempre será más que sólo un estilo de peinarse.

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