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La Compañía de Jesús, la congregación religiosa más grande del mundo, se alista a celebrar una asamblea durante la cual será elegido su nuevo superior, conocido como el “Papa negro” por la magnitud de su poder.
Unos 212 sacerdotes de 62 nacionalidades distintas se reunirán a partir del domingo 2 de octubre en la sede central de la orden, ubicada a unos pasos de la Plaza de San Pedro, para consagrar al sucesor número 31 de su fundador: San Ignacio de Loyola.
Con 476 años de vida, los jesuitas han jugado un rol decisivo en numerosos acontecimientos de la historia. Surgieron como una vanguardia en la Iglesia católica, se convirtieron en religiosos incómodos para el poder político en incluso fueron disueltos, para después renacer de sus cenizas.
Concebida como una obra al servicio directo del Papa, jamás un miembro de la Compañía había llegado al pontificado; pero con Francisco eso cambió ya que él pertenece a ese instituto religioso desde su juventud.
El nombre técnico de la asamblea es Congregación General; se trata del máximo órgano de gobierno de la orden y fue convocada después de que el actual Prepósito General, Adolfo Nicolás Pachón –elegido en 2008- anunció su renuncia al puesto.
Por ello, la primera tarea de la congregación será aceptar su renuncia y luego debatirá un informe sobre el “estado de la Compañía”, un diagnóstico pormenorizado de la labor de los jesuitas en el mundo. Inmediatamente después se pone en marcha un rígido sistema de elección del superior.
Durante cuatro días, los participantes en la reunión harán un sondeo informal conocido como “murmuraciones” para identificar a su candidato.
“Son cuatro días de oración, recogimiento y penitencia, tiempo de discernimiento en el cual se puede intercambiar información de uno a uno, pero no pueden haber grupos para evitar todo lo que pueda parecer campaña por un candidato o grupos de presión. Eso está prohibido”, explicó Orlando Torres, rector de la Basílica de Jesús de Roma y un connotado jesuita.
“El sistema de elección del general de la compañía no lo he visto en ninguna parte del mundo, ni en órdenes religiosas. No hay candidatos, no se puede decir a otros por quien votar o por quien no votar, hay que vivirlo para creerlo”, añadió.
Una vez concluido ese tiempo comenzarán las votaciones y aunque no existen fechas definitivas, se espera que haya “humo blanco” en la semana que inicia el 10 de octubre.
Tan rígido es el sistema de las votaciones que se constituirá una “comisión de ambición” donde los sacerdotes podrán denunciar a otros que intenten promover su propia causa o la de otro. “En la congregación pasada esa comisión no tuvo trabajo”, precisó Torres.
La elección de un nuevo superior es válida cuando este obtiene el 50 por ciento más uno de los votos, que en esta ocasión es igual a 107 votos. Una vez con el nombre del elegido, el primero en enterarse de su identidad es el Papa.
Federico Lombardi, ex vocero del Vaticano e integrante del gobierno actual de la Compañía, minimizó el influjo directo de Francisco en las decisiones de la congregación y aseguró que los jesuitas viven “con grandísima libertad” el hecho de tener a un hermano como Papa.
“Ninguno de nosotros jamás soñó o deseó que el Papa fuese un jesuita, el Papa es vicario de Cristo y nosotros nos ponemos al servicio de la Iglesia y pedimos al vicario de Cristo que nos diga cuáles son las grandes misiones donde debemos servir”, aclaró.
“Lo estamos viviendo con grandísima libertad, pero sin cargar mínimamente este hecho que el Papa sea un jesuita, estamos contentos que nos conozca, que nos quiera y escucharemos lo que tiene para decir, pero la Compañía de Jesús trabajó por más de 400 años y continuará por muchos años, incluso después de este pontificado, con el mismo afecto al Papa”, siguió.
Actualmente los jesuitas suman 16 mil 740 miembros y siguen siendo los religiosos más numerosos del mundo. Unos 12 mil de ellos son sacerdotes, mil 300 hermanos coadjutores (religiosos laicos), dos mil 700 escolásticos (seminaristas) y 750 novicios.
Cinco mil de estos se encuentran en Europa, otros cinco mil en el Continente Americano, cinco mil 600 en Asia y mil 600 en África. Más allá de los números sorprendentes, en los últimos 50 años la congregación ha padecido un imparable y sistemático declino en el número de sus integrantes.
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